A expensas de cómo quede el nuevo redactado de la ley de amnistía que será dado a conocer en las próximas horas, y que será sometido a aprobación en la mañana de este miércoles en la comisión de justicia del Congreso de los Diputados, lo más cierto de todo es que la ley se va a modificar. Todas las declaraciones del PSOE y de Pedro Sánchez sobre la imposible modificación de la ley, el obligado cumplimiento con Europa, la última propuesta es la última propuesta, y frases por el estilo se han dado de bruces con la realidad: sin una ley aceptada por los independentistas, no hay legislatura española, y Junts per Catalunya estaba dispuesta a tumbar el viejo proyecto de ley si no se ensanchaba el perímetro.

Dos eran las reclamaciones y las dos se modificarán: terrorismo y traición. También se modificará la malversación, en este tema haciendo caso al dictamen de la Comisión de Venecia sobre la amnistía, cuyo borrador fue filtrado la pasada semana por el gobierno español como salvavidas al rompecabezas en que había convertido el ministro de Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, la negociación. Por cierto, el promotor de las líneas rojas al texto que quería Junts ha ido bajando las barreras poco a poco. De ahí una de las explicaciones del porqué una negociación de semanas ha durado meses. El redactado del terrorismo, en el que han girado buena parte de los debates, incluye solo aquellos delitos que tienen que ver en términos del derecho internacional y no según el restrictivo Código Penal español. En el caso de traición sucede algo similar y aleja sobre el papel situaciones imaginativas de la justicia española que hemos visto con Manuel García-Castellón y con el juez Joaquín Aguirre.

Tres reflexiones más. La estrategia del PSOE se ha ido desmoronando con los sucesivos impactos mediáticos de las últimas semanas. Después de la dolorosa derrota en Galicia, el escándalo del caso Koldo, que pasó a ser el caso Ábalos y de ahí el caso Armengol y, finalmente, el caso Sánchez. Hoy el presidente del Gobierno está en medio de dos casos de corrupción de fuerte recorrido: el caso de las mascarillas y el rescate de Air Europa. En ambos, el nexo es Sánchez y su fortaleza ya se está resintiendo. La legislatura ha empezado a tambalearse y ni la amnistía ni los presupuestos son hoy por hoy una tabla de salvación segura en el medio plazo. Eso lo sabe el PP, que no va a soltar la pieza, y lo empiezan a notar los socialistas que intentan, sin éxito, achicar aguar de un bote con demasiados agujeros.

Sin una ley aceptada por los independentistas, no hay legislatura española, y Junts per Catalunya estaba dispuesta a tumbar el viejo proyecto de ley si no se ensanchaba el perímetro

Segundo, con la amnistía aprobada, se inicia una nueva legislatura. No es el punto y final para Sánchez, sino el principio de la fase dos. ¿Qué está dispuesto a ceder para seguir en el gobierno? La negociación de presupuestos va a dar las primeras pistas, pero la vicepresidenta Montero no tiene, ni mucho menos, las cuentas públicas aprobadas. Ahora empieza su auténtico Himalaya. Tercero, una buena ley de amnistía no garantiza una solución rápida de todos los casos pendientes de juicio o juzgados, ni da una garantía total. Pensar que la justicia española lo pondrá fácil con este gobierno es una utopía. Si no, al tiempo. Pero la ley estará ahí para el presente y para el futuro. La aprobación solo la podía hacer el PSOE, lo demás depende de coyunturas políticas presentes o futuras.

También será interesante ver los movimientos de la justicia española a partir de ahora. Porque si algo está claro, es que el choque de poderes entre el legislativo y el ejecutivo, por un lado, y el judicial, por el otro, dará en los próximos tiempos muchos titulares. La guerra ya no es de trincheras, sino en campo abierto.