En esta aburrida, por ahora, y sosegada investidura a la búsqueda de un presidente de gobierno o de una repetición electoral el próximo 14 de enero, este miércoles se reunirán Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el Congreso de los Diputados. Un ritual aceptado por los dos grandes partidos españoles y monitorizado por Felipe VI que, en una decisión que tiene un cierto aire de borboneo —expresión acuñada cuando el jefe del Estado quiere jugar a político— ha entregado la primera vuelta de la investidura al ganador de las elecciones del pasado 23-J, pero sin que este le pudiera acreditar que disponía de una mayoría parlamentaria para ser escogido.

Sánchez juega a que se abrase Feijóo tras una investidura fallida en la que solo le apoye Vox y, quizás, los dos diputados de UPN y CC, sumando así 172 diputados. Le faltan cuatro para la mayoría absoluta, que aritméticamente son pocos, pero que políticamente es un abismo. La política de tierra quemada de los populares ha abrasado cualquier acuerdo para lograrlos y Feijóo dispone de algo menos de un mes para revertir esta situación, bien sea con PNV, que ha dicho reiteradamente que no, o con Junts, un partido que está en las antípodas de los populares. El simple anuncio de querer hablar ya ha despertado salpullidos en amplios sectores del PP, incluida la dirección de la formación política en Catalunya.

Pero Feijóo sabe que después de que hoy se oficialice algo que está meridianamente claro, y que Sánchez tan solo está esperando que el popular fracase para lanzarse él a por la investidura, algún movimiento deberá hacer para que las semanas que faltan hasta el 26 y 27 de septiembre no se le hagan eternas. Y los únicos movimientos que puede hacer son con PNV y Junts. Para mantener algún puente abierto y que las conversaciones con PNV y Junts aguanten, al menos, un tiempo, los populares han tenido un gesto con ellos, y lejos de impedirles sendos grupos parlamentarios en el Senado, por no reunir las condiciones y apalancar su petición con senadores del PSOE, han pedido un informe a los letrados de la Cámara. Es la manera de ganar tiempo y no darte con la puerta en las narices.

Paralelamente a estas conversaciones de Feijóo, el bloque alternativo que puede aglutinar Sánchez y que llegaría, sumándolo todo, a los 178 diputados, sigue trabajando en el armazón jurídico que aguante la amnistía de todos los casos judiciales de la última década en los que se pueda establecer una relación directa con el procés. No se estaría hablando de los hechos del 1 de octubre de 2017 y posteriores, sino de encontrar el momento exacto del inicio de la persecución judicial —los orígenes de la Operación Catalunya se sitúan en el verano de 2012— y que incluiría también todo el capítulo relacionado con la consulta del 9-N de 2014, bajo la presidencia de Artur Mas, y que aún se arrastra en el Tribunal de Cuentas.

Pero el teatro de la política tiene estas cosas: para llegar a abordar en público la amnistía, se tiene que quemar antes la reunión entre Sánchez y Feijóo y, de paso, ayudar a consolidar el bipartidismo, que con tantas elecciones en España se ha ido recomponiendo en perjuicio de los partidos bisagras.