La decisión del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) de aprobar por unanimidad los dos miembros que le corresponden en el Tribunal Constitucional viene a resolver una de las crisis institucionales más peliagudas en el Estado español. Después de que se hayan utilizado en las últimas semanas gruesas palabras para descalificarse entre el PSOE y el PP, ha quedado demostrado que todo era teatro y que el acuerdo era mucho más fácil de lo que cada uno desde su lado predicaba para mantener prietas las filas de los suyos. El magistrado conservador César Tolosa y la magistrada jubilada del Supremo María Luisa Segoviano, considerada feminista, matizadamente progresista e independiente, han sido los escogidos en una votación por unanimidad que cabe leer como una victoria de Pedro Sánchez frente a Alberto Núñez Feijóo. A este tique de dos magistrados hay que sumar los otros dos ya aprobados por el Gobierno, como le corresponden por ley, el exministro Juan Carlos Campo y la ex alto cargo de la Moncloa Laura Díez, con lo que el paquete completo del TC, contando entrantes y salientes decanta a favor del Gobierno las votaciones entre los llamados conservadores y progresistas.
Después de varios meses incumpliendo la ley se zanja el capítulo del Constitucional. Pedro Sánchez ha demostrado, una vez más, que tiene más vidas que un gato. Capaz de jugar en un circo de tres pistas, sale bien de los bloqueos y, guste o no, su capacidad de jugar al límite, con una actitud aparentemente suicida y poniéndolo todo patas arriba, le acaba saliendo bien. Un día, una persona me dijo que para entender a Sánchez había que empezar sabiendo que el presidente español ya había regresado de la muerte —su cese y regreso a la secretaría general del PSOE— y que, a partir de aquí, no tiene nada que perder, ya que está con un bonus extra. Lo cierto es que sea esta valoración más o menos acertada, el TC será progresista, cuando las apuestas no eran claras a su favor. Incluso, quien sabe si, al final, la temida modificación de la ley del Tribunal Constitucional en la que se cambia la elección de sus miembros en las Cortes, pasando de 3/5 a mayoría simple, acaba siendo papel mojado.
Sánchez, el malabarista, cierra el año habiendo superado los intentos de bloqueo de Esquerra Republicana, de los jueces y de la recesión económica. En las tres pistas, el escenario es mejor al de unos meses atrás. Ha resuelto la sedición, como le pedía Europa. Ha resuelto el Tribunal Constitucional, como le obligaba Europa. Ha dado oxígeno a la economía española, con las medidas anticrisis aprobadas este martes por el Gobierno y que suprimen el IVA de alimentos básicos, baja el IVA en otros e incorpora un cheque de 200 euros para la compra, todo ello después de que la semana pasada la revista The Economist situara España como el cuarto país de la OCDE con mejor evolución en 2022. Y se apresta a presidir durante el segundo semestre del año próximo la Unión Europea, una situación que se producirá por quinta vez en la historia tras las de 1989, 1995, 2002 y 2010. Un escenario, en resumen, difícilmente podía contemplarse a principios de año y que ya veremos qué influencia acaba teniendo en las próximas elecciones españolas, que están situadas entre final de 2023 y los dos primeros meses de 2024.
Y en el capítulo estrictamente catalán, sacando pecho de que el independentismo catalán ya no preocupa a los españoles e ignorando la reciente propuesta del president Aragonès en la que planteaba la hipótesis de un nuevo referéndum de independencia. "Puede reclamar lo que quiera, pero no se producirá", ha sido su sentencia para zanjar el debate. Tampoco reunirá la mesa de diálogo entre los gobiernos español y catalán, como se había comprometido, antes del 31 de diciembre. Difícilmente se volverá a reunir y se irán alargando los plazos hasta saltar las municipales del próximo mes de mayo. El grifo se ha cerrado sin que muy bien se sepa si ha estado abierto en algún momento y todo el mundo entra en elecciones.