Quemado el plan A de obligar a los siete diputados de Junts, bajo todo tipo de amenazas y la caída de los mayores males posibles, a firmar el techo de gasto presentado por el Gobierno, para ser aprobado por el Congreso y poder así después presentar e intentar aprobar los presupuestos generales del Estado, Pedro Sánchez ha decidido realizar simultáneamente cuatro movimientos. Objetivo de Moncloa: volver a sentar a Carles Puigdemont en la mesa para alcanzar algún acuerdo que permita sacar la legislatura del bloqueo en que se encuentra. El primer y doloroso movimiento para la vicepresidenta María Jesús Montero ha sido retirar del pleno de este jueves la votación de la senda de déficit. No es ni mucho menos un tema menor, ya que se dilucida cómo se reparte el déficit del 2,5% acordado con Bruselas. La propuesta del gobierno español es que el 2,2% del déficit lo pueda acumular el Estado, el 0,1% las comunidades autónomas y el 0,2% la Seguridad Social. Junts quiere que del 2,5% arrancado a Bruselas, las autonomías dispongan de un tercio, o sea que multipliquen por ocho el 0,1% hasta el 0,8%. Lo que querría decir, en la práctica, multiplicar por ocho la capacidad de gasto del Govern de Catalunya y del resto de autonomías y restar de manera significativa la capacidad de déficit del gobierno español.
El PSOE se ha retirado al rincón de pensar para ver cómo sale del atolladero ante una iniciativa que la vicepresidencia de Hacienda considera inviable. Mientras tanto, han hecho otros tres movimientos, con la intención de echar aceite a las oxidadas relaciones. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha enviado una tercera carta a la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola reclamando que el catalán, junto al gallego y el vasco, puedan ser utilizados en los plenos de la Eurocámara. Para Albares es un asunto prioritario para España y le pide una reunión para abordar la cuestión. El segundo ha sido reactivar las comisiones de investigación en el Congreso de los atentados del 17 de agosto y de la Operación Catalunya que dormían en el sueño de los justos por desinterés socialista. Y el tercero aceptar el diálogo sobre el techo de déficit en los parámetros propuestos por Míriam Nogueras.
El PSOE busca ponerse al día de lo debido a Junts, ya que así es imposible ni tan siquiera volver a hablar en serio
Vayamos por partes. Una de las conclusiones de la reunión de Suiza del pasado viernes entre el PSOE y Junts fue constatar que hasta allí se había llegado, el crédito se había acabado y que la gran mayoría de los acuerdos alcanzados se daban por fracasados. Fuera de este análisis queda el tema de la ley de amnistía, cuya aplicación es más culpa de los jueces que del PSOE. Los socialistas han tratado de vivir en una burbuja dando por válidos los mensajes que recibían de que Junts, al final, aceptaría la propuesta del techo de déficit. Un error de percepción idéntico al de los contratos de alquiler de pisos de temporada. Ahora, el PSOE busca ponerse al día de lo debido, ya que, utilizando un símil, el crédito de la tarjeta está agotado y así es imposible ni tan siquiera volver a hablar en serio.
Aunque el PSOE ha movido algunos temas en la dirección que Junts quería, en la práctica tiene, por ahora, una incidencia real negativa, porque la pérdida de confianza persiste y no es la primera vez que se producen algunos gestos y acaban quedando, semanas después, en nada. Más bien existe la impresión en la formación independentista que no solo es un movimiento socialista a la desesperada, sino que pocas cosas pasarán antes del congreso de Junts per Catalunya previsto entre el 25 y el 27 de octubre en Calella. Un cónclave que tendrá que definir el papel de Carles Puigdemont y si acaba, como se supone, asumiendo la presidencia del partido y una implicación orgánica en la dirección de Junts.