La mínima victoria de los socialdemócratas del canciller alemán Olaf Scholz sobre la formación ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) en Brandemburgo, el estado que rodea la capital del país, Berlín, pero no la incluye, supone un alivio para el SPD, pero también para Alemania. Para Scholz, porque su imagen pública está seriamente cuestionada y los socialdemócratas cuentan, hoy por hoy, con pocas posibilidades de conservar el gobierno en las elecciones previstas para 2025. Además, iba por atrás en todas las encuestas y durante muchos meses la ultraderecha parecía que se iba a imponer en este estado alemán. Pero también es un bálsamo para Alemania, inmersa en una doble crisis, económica y migratoria, que está dando alas a una formación como la AfD, que ha hecho alzar la voz a las grandes empresas alemanas, muy poco acostumbradas a inmiscuirse en cuestiones de índole política.

Hace unas semanas era Francia quien vivía una situación similar, con la ultraderecha de Marine Le Pen disputando la victoria de las elecciones legislativas. Salió victoriosa de la primera vuelta, pero la alianza anti Agrupación Nacional logró evitar lo que parecía casi seguro. Ganó la izquierda del Nuevo Frente Popular, que tenía en el líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, su principal referente. AN retrocedió a la tercera posición. El frente republicano y el llamado cordón sanitario funcionó a la perfección. O eso parecía. En una maniobra arriesgada, el presidente Emmanuel Macron dio un golpe en el tablero político francés y nombró primer ministro al derechista Michel Barnier.

El resultado ha sido que Barnier ha hecho un gobierno claramente conservador, con guiños a la formación de Le Pen en áreas claves, como el ministerio del Interior. Se puede decir que la izquierda ganó y no gobierna y la extrema derecha perdió, pero tiene la llave de la gobernabilidad. Es algo más que un premio de consolación, ya que Macron queda a expensas de lo que Marine Le Pen quiera. La primera reunión del ejecutivo francés tendrá lugar este lunes y veremos cuál es su duración con la espada de Damocles de la extrema derecha y la izquierda denunciando que se ha traicionado el resultado de las urnas, dando pie a un ejecutivo impensable la noche electoral. Una cosa hay que reseñar y no es menor: el marco mental del nuevo gobierno francés serán temas bandera de Agrupación Nacional, como la inmigración, un área en que el nuevo ministro Bruno Retailleau, que presidía el grupo de Los Republicanos en el Senado —el mismo partido de Barnier— tiene posiciones muy duras.

Los partidos tradicionales no han sabido encontrar un antídoto para que los electores sigan confiando ampliamente en ellos

Con este esquema global en Alemania y Francia, lo único seguro es que los partidos tradicionales no han sabido encontrar un antídoto para que los electores sigan confiando ampliamente en ellos. Son las franjas más jóvenes de electores las que abandonan estos partidos, bien porque no son atractivos para ellos o porque no encuentran respuestas a sus preocupaciones. Este domingo en Brandemburgo, en la franja de electores entre 16 y 24 años, AfD ha obtenido el 30% de los votos y el SPD el 18%. Un porcentaje que se ha incrementado en la franja de 25 a 34 años hasta el 34%. El refugio de los socialdemócratas ha sido en las franjas de más edad, a partir de los 60 años y alcanzando la mayoría absoluta a partir de los 70 años. A este paso, hasta salvar las elecciones en el último minuto va a ser una tarea imposible.