Los últimos datos de la encuesta de usos lingüísticos de población que elabora cada cinco años el Govern de la Generalitat son, francamente, como para echar a correr. El uso del catalán cae a los mínimos más bajos de los últimos vint años y los ciudadanos que utilizan habitualmente la lengua son tan solo el 32,6%. Algo menos de un tercio de la población de Catalunya. ¿Qué país tiene un porcentaje tan bajo de parlantes de su lengua propia? Si alejamos un poco el foco, además, repartimos la responsabilidad entre todos, se ha producido un descenso de 13,4 puntos porcentuales en veinte años. De ser casi uno de cada dos los catalanes que utilizaban habitualmente la lengua propia del país, hemos pasado a algo menos de uno de cada tres. Múltiples son las causas y también diversas son las razones, empezando por la responsabilidad de la propia administración catalana, que no ha sabido revertir la decadencia o no ha tenido la fuerza o la ambición para hacerlo, encorsetado en un ambiente muchas veces hostil, tanto en el ámbito político, como mediático y sobre todo judicial.

Seamos claros: ha habido una convergencia de intereses para tratar de hacer del catalán una lengua complementaria y de tan solo una parte de los catalanes. Ciudadanos nació precisamente para esto: combatir el catalán. Hacer de la lengua un campo de batalla que arrasara la convivencia lingüística que existía y no era ningún problema para el país, sino una riqueza, y la columna vertebral de un sentimiento nacional. Y Ciudadanos, los Albert Rivera e Inés Arrimadas, desaparecieron, derrotados electoralmente y abandonados por los apoyos mediáticos y económicos que llegaron a tener muy fidelizados. Pero el daño ha quedado y se ha hecho crónico en una parte de la sociedad catalana, que durante la transición aceptó a regañadientes el auge del catalán y su oficialidad, pero que cuando cambiaron las tornas no desaprovechó la situación. Estos datos de la encuesta de usos lingüísticos no son, por tanto, fruto de la casualidad. Las cifras de que el 93,4% de la población de Catalunya de más de 15 años entiende el catalán y el 80% sabe hablarlo —si bien la cifra de personas que lo saben escribir cae al 65,6%— reflejan el potencial de lo que se podría hacer con una acción política diferente. 

Ha habido una convergencia de intereses para tratar de hacer del catalán una lengua complementaria y de tan solo una parte de los catalanes

Por si no tuviera suficientes problemas la lengua propia del país, no tardará muchos días en salir la resolución del Tribunal Constitucional (TC) sobre la petición del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) de revisar la ley aprobada por el Govern catalán que elimina la obligatoriedad de impartir el 25% de las clases en castellano. Nadie duda de que será una sentencia negativa para el catalán y un torpedo en la línea de flotación de la inmersión lingüística. Todo proviene de la Sala del TSJC encargada de la ejecución de la sentencia del 25%, que cuestiona la legalidad del decreto del Govern que da preferencia al catalán, ya que establece de manera clara la inaplicación de porcentajes en los proyectos lingüísticos de las escuelas. Así, se fija el catalán como la lengua normalmente empleada como vehicular y el castellano como lengua curricular que se utilizará en los términos establecidos en los proyectos lingüísticos de los centros, sin establecer porcentaje alguno, por lo que el TSJC entiende que da un uso preferente al catalán. En julio de 2022, el tribunal catalán constató la imposibilidad de ejecutar la sentencia que obligaba a impartir un 25% de horas lectivas en castellano y lo elevó al TC que tiene ya decidida su posición y su traslado a la opinión pública es tan solo un tema de oportunidad del momento escogido.

El número de conocedores del catalán es la única palanca para revertir esta situación. Pero ello no se va a conseguir con menos catalán, ni tampoco cambiando o amortiguando el modelo lingüístico de las escuelas de Catalunya. Se pueden hacer muchos discursos y poner todos los paños calientes que se quieran. Se puede ver un rayo de esperanza como un motivo de tranquilidad y hacer lo mínimo posible. Pero lo más probable es que, dentro de cinco años, los datos sean aún peores y que las cifras de la encuesta de usos lingüísticos de población sean un nuevo jarro de agua fría. Quizás ya es una guerra irrealizable y el catalán es imposible de salvar como la lengua masiva de uso en Catalunya. Todo ello, hace años que muchos llevan prediciéndolo. Otros, alegrándose. Pero la gran mayoría, desconcertados ante el achatamiento general para no volver a aquellos años en que el entonces presidente del gobierno español, Adolfo Suárez, contestaba en 1986 a la revista francesa Paris-Match una pregunta referente a las lenguas catalana y vasca y la posibilidad de un bachillerato en estas lenguas y la calificaba de "idiota". "Encuéntreme usted antes profesores que puedan enseñar química nuclear en vasco o catalán", afirmó. Aquel pasado es el que gustaría a muchos para acabar con la columna vertebral de nuestra nación.