Para algunos, nuestros primeros recuerdos del Barça que dio la vuelta a la historia en blanco y negro que acompañó la larga noche del franquismo, están vinculados a la llegada de dos Johan al Camp Nou: Johan Cruyff, en 1973, y Johan Neeskens, el verano siguiente. Cruyff impuso el traslado a Barcelona de su excompañero en el Ajax de Ámsterdam y se inició así una relación especial entre el nuevo jugador holandés, conocido como Johan II, y la afición culé, que respetaba y disfrutaba con Cruyff, pero quería a Neeskens como a ningún otro miembro del equipo. Seguramente, porque fue el clásico jugador que no escatimaba esfuerzos, gracias a una impresionante fuerza física, combinada con una gran capacidad de trabajo, en unos momentos, en que la fuerza y la potencia no eran una de las características del equipo. Los seguidores azulgranas sentían auténtica devoción por él, y eso quedó patente en los frecuentes gritos de “Neeskens, Neeskens”, que se escuchaban en el estadio, que ahora se está remozando, incluso cuando este ya había dejado el club.

Ese amor de la afición le causó más de un problema con la directiva de Josep Lluís Núñez y con el propio presidente, cuando la afición azulgrana le aclamó en la Plaça de Sant Jaume, con Josep Tarradellas y Narcís Serra a ambos lados de la plaza, como héroe de la consecución de la Recopa 1978-79. El Barça había ganado la Recopa de Europa —el segundo torneo de la UEFA, detrás de la Copa de Europa, en la ciudad suiza de Basilea— en lo que fue la primera gran movilización de la afición blaugrana en competiciones europeas, con 30.000 aficionados. Al día siguiente de ganar la final, fueron los homenajes con la plaza abarrotada. Núñez había conseguido su primer gran título y esperaba el reconocimiento de la afición. Lejos de todo ello, la afición coreó el nombre del holandés y cargó contra Núñez. "Neeskens sí, Núñez no", fue el grito de guerra de los barcelonistas, que querían hacer evidente que el jugador debía seguir en el club. Pero Núñez, lejos de repensar su decisión, se apresuró a despedirlo. Se salió con la suya, pero creó un mito que le persiguió siempre, sobre todo en los momentos de máxima dificultad de la entidad barcelonista.

"Neeskens sí, Núñez no", fue el grito de guerra de los barcelonistas que querían que el holandés continuara en el Barça

Con el número 6 en la camiseta, ha sido, sin duda, uno de los mediocampistas más reconocibles de la historia. Cruyff solía decir de él que siempre le llamaba la atención la modestia con que Neeskens hablaba de sus éxitos después del partido y que parecía como disculparse por sus actuaciones. Era una manera del astro holandés de recordar a las nuevas generaciones y a sus compañeros de equipo que lo más importante eran los éxitos colectivos y el jugar bien al futbol. No era suficiente el ganar en el terreno de juego si el aficionado no salía contento del estadio por haber disfrutado del partido. Era esa actitud en el terreno de juego el que hacía que cuando en aquellos años la culerada completaba el álbum de cromos del Barça, Neeskens fuera siempre uno de los jugadores más buscados.

Ganador de tres copas de Europa con el Ajax y bastión imprescindible de aquella selección holandesa de 1974, que fue conocida como la naranja mecánica, volvió al Barça como ayudante de Frank Rijkaard en la temporada 2007-08 y ya lo hizo sin aquellas melenas suyas tan características y sin sus clásicas tobilleras blancas encima de los calcetines. En ese papel de técnico, casi siempre como asistente, incluso en la selección de los Países Bajos, se prodigó estos años, con una aparición en los medios más bien escasa. Así ha sido hasta este lunes en que hemos sabido de su repentina muerte en Argelia, a los 73 años, en una misión deportiva de su federación. Siempre permanecerán sus valores de lucha y compromiso en el recuerdo. Y su ímpetu y su fuerza en sus célebres remates de cabeza junto a sus lanzamientos de penalti, que eran auténticos cañonazos. La leyenda de los dos Johan se vuelve a encontrar y ocho años después vuelven a estar juntos.