No han pasado ni 24 horas desde que la alianza entre los comunes y el Partido Popular hizo alcalde de Barcelona a Jaume Collboni, que ya empezamos a saber el precio cobrado por la formación de Ada Colau. El nuevo alcalde socialista ha revelado este domingo que piensa mantener la estructura y los directivos que tenían los comunes en el Ayuntamiento, con el argumento de que no es sectario. Es cierto que la política hace extraños compañeros de cama y a la vista están algunos pactos municipales que se han suscrito en Catalunya, pero el caso de Barcelona es por su importancia muy particular. Y también muy aleccionador.

Al final, esta izquierda tan chupiguay que lidera Ada Colau ha pactado salarios a cambio de principios. No es, en algunos aspectos, ninguna novedad. Pero bueno es que salgamos de dudas cuanto antes. Su sottogoverno se va a quedar o va a ser recolocado. La incomodidad de votar con el Partido Popular después de una negociación debe ser bastante menor si por en medio hay muchas nóminas de sus colaboradores, debe pensar Colau. Al final, ella hizo lo mismo con Manuel Valls. El discurso de la exalcaldesa pronunciado en el Saló de Cent del ayuntamiento suena hoy más vacío que nunca. Y más cínico.

Pero para entender lo que ha pasado en Barcelona, vale la pena ampliar el foco y repasar los discursos que se han hecho desde Madrid. La coincidencia en el diagnóstico de lo que había que hacer en la capital catalana entre el PSOE y el PP es alarmante y reveladora. Ver a Feijóo, Pedro Sánchez o Díaz Ayuso orgullosos y de acuerdo en algo, es una situación que solo se acostumbra a producir en los discursos del rey. A partir de ahora se añade, grabado con letras rojas, el veto a los independentistas para ocupar cargos importantes como motivo de satisfacción y de suficiencia. A estas alturas, cuesta saber qué resultado dejarán las elecciones del 23 de julio, pero las dificultades de Sánchez con el movimiento Collboni se han hecho más difíciles, casi imposibles. Ya solo hay dos gobiernos posibles: PP-Vox o PP-PSOE. Todo lo demás son cuentos de hadas.

PSC, comunes y PP escenificaron un paripé que tenía trampa y que en aquel momento no se podía explicar. Primero con el acuerdo y después con las mentiras. A Daniel Sirera le ha durado menos de 24 horas su discurso de que a cambio de su voto a Collboni había evitado que los comunes siguieran en el gobierno de la ciudad. No serán tenientes de alcalde, ni concejales con áreas específicas, pero aquí estarán, esperando que pasen las elecciones españolas y entonces veremos. Al final, se trata de esperar un mes y durará cuatro años.