La presencia de cinco presidents de la Generalitat —todos, menos Pasqual Maragall, que padece Alzheimer, y Artur Mas, que había excusado su asistencia— para rendir homenaje a Pau Casals, el músico catalán más universal, al cumplirse 50 años de su muerte, en la abadía de Sant Miquel de Cuixà, a pocos kilómetros de Prada de Conflent, ha sido fundamentalmente un acto de enorme simbolismo. Y de señales, con un Jordi Pujol que se prodiga voluntariamente poco a sus 93 años y que apadrinó a Carles Puigdemont en la compleja negociación política que tiene en jaque a la política española.
El sitio escogido, el monasterio benedictino donde Casals dio un concierto en 1966, lugar predilecto del abad Escarré y entre los favoritos de Josep Tarradellas, en la Catalunya Nord, ya que el president Carles Puigdemont no puede pisar suelo español. El momento político, en plena negociación para una investidura (o no) de un presidente del gobierno español. Y la coralidad de la Catalunya política pasada y presente, ya que los cinco presidents representaban a Convergència i Unió, PSC, Junts per Catalunya y Esquerra Republicana.
Cuando se dice que Catalunya tiene unas características políticas diferentes, también se incluye el hecho de que un president como José Montilla quiera estar presente junto a Carles Puigdemont en un acto institucional como este, y viceversa. Y que acepte con normalidad democrática ser pitado durante su intervención, entre gritos de independencia. Podía no haber ido, poner cualquier excusa, pero allí estaba junto a Puigdemont en una imagen a la que a buen seguro desde Madrid se le sacará todo tipo de punta.
Con los focos preferentemente puestos en Pujol y Puigdemont, la primera vez que probablemente coincidían ambos como presidents en un acto presencial en muchos años, ya que la primera vez que Pujol salió de su ostracismo fue en febrero de 2022 y entonces el acto de la Universitat de Barcelona fue con presencia telemática del president en el exilio. El viejo político nacionalista, que nunca da puntada sin hilo, resaltó la defensa que se está haciendo del catalán para que sea lengua oficial en las instituciones europeas, avaló a Puigdemont y le reconoció su papel y protagonismo.
Con la investidura en el aire y las audiencias que ha empezado el rey Felipe VI para proponer o no candidato a la investidura, Pujol, que no ha ocultado diferencias en algunos momentos con posiciones de Junts en el pasado, manda un mensaje contundente a la capital española de que Puigdemont es el que sigue su tradición y el heredero de su espacio político.