La publicación de la memoria de la Intervención general de la Administración del Estado, el documento que recoge la ejecución presupuestaria de las cuentas públicas en Catalunya aprobadas en el Congreso de los Diputados, vuelve a ser un baño de realidad. Tan solo se ha ejecutado el 16% de la inversión prevista en el primer semestre de 2022, cuando el porcentaje de ejecución en la Comunidad de Madrid ha llegado al 52,4%. Cierto que esa tendencia podría modificarse en el segundo trimestre, pero a estas alturas de la película sería tanto como creer que los niños vienen de París. Hemos de prepararnos, una vez más, para una tremenda tomadura de pelo cuyo final ya lo conocemos de años anteriores: Catalunya quedará lejos de la ejecución presupuestada —el año pasado fue del 35,8%— y, en cambio, Madrid se irá arriba de todo desbordando el 100% previsto.
Pasan los años y todo sigue igual. Ese podría ser un buen resumen de la asfixia a la que España somete a Catalunya bien sea con el déficit fiscal, con el sistema de financiación autonómica, con los presupuestos generales del Estado o con la inversión del Estado en Catalunya. Son cuatro mangueras de inyección de recursos económicos en los que Catalunya sale cada año escaldada. El déficit fiscal no deja de ir en aumento y, en una comparecencia pública, el hasta hace unas horas conseller d'Economia i Hisenda, Jaume Giró, cifró, según las últimas balanzas anuales publicadas, en 20.196 millones de euros la cantidad que se iba en dirección a Madrid y que no regresaba. Estamos asistiendo a un maltrato "sistémico, endémico y desleal", sentenció, para expresar la gravedad del momento. Un porcentaje del PIB, por otro lado, que ha pasado este año del 8% al 8,5%, lo que indica que sigue aumentando.
El segundo grifo cerrado es el de la financiación autonómica, cuyo modelo se encuentra en prórroga desde 2014, con Mariano Rajoy en la Moncloa, y que nadie se ha atrevido a modificar ocho años después. Es un sistema claramente lesivo para Catalunya —también para Baleares y Valencia— y beneficioso, en cambio, para otras comunidades como Andalucía o Extremadura, perceptoras netas. De ahí la irritación con la primera por su agresiva política fiscal de bajada de impuestos anunciada por su presidente, Juanma Moreno. Una medida a todas luces impúdica dada la respiración asistida que recibe de comunidades como Catalunya. De los presupuestos generales, el tercer grifo, es archisabido el incumplimiento de la disposición adicional tercera del Estatut que fija la inversión mínima del Estado en Catalunya. Nunca se cumple y, en este caso, el PSOE y el PP no reivindican el Estatut votado por el pueblo de Catalunya. Se encuentran muy cómodos incumpliéndolo.
De la ejecución presupuestaria ya hemos hablado. La pregunta siempre es la misma: ¿Cómo se rompe este círculo? La independencia era, lógicamente, un camino. Seguramente, el mejor camino. Pero, ¿y mientras tanto? Porque esta actitud desleal, por utilizar un calificativo de Giró, no se va a reducir por arte de magia. Tampoco hay aquí, no nos engañemos, una actitud contestataria y de denuncia de los agentes económicos del país o los agentes sociales. Un comunicado, una rueda de prensa o un acto de protesta quizás sí. Pero ahí acaban los mensajes, no sea el caso que Madrid pueda molestarse. ¿Un Gobierno de amplio espectro? Tampoco creo que esa fuera la fórmula, pero lo cierto es que estamos en el extremo contrario, ya que el Govern tiene, hoy por hoy, menos apoyos parlamentarios que ningún otro desde 1980.
Romper esta endiablada situación debería ser una labor colectiva y la mejor manera de pensar en el conjunto de Catalunya. Porque, al final, los hospitales, escuelas, infraestructuras, universidades, por citar cuatro ámbitos tan solo, son para todos.