Paridad absoluta, peso político en departamentos como Economia e Interior, miembros del amplio poder local socialista, dos miembros de la estructura del actual Govern en funciones de Aragonès para la Conselleria de Cultura y la de nueva creación de Política Lingüística, y un peso pesado de las instituciones europeas como Jaume Duch para la Conselleria d'Unió Europea i Acció Exterior, son los grandes rasgos del nuevo gobierno de Salvador Illa que se ha ido conociendo en las últimas horas. Pero lo más llamativo y significativo políticamente sigue siendo la disputa por el centro político pujolista y los guiños del nuevo president, siguiendo la pauta de su antecesor Aragonès, que también incorporó al exconvergente Carles Campuzano.
Illa escoge para ello dos perfiles claramente diferenciados. El democristiano Ramon Espadaler para la Conselleria de Justícia i Qualitat Democràtica es una sorpresa a medias. Desde que Unió Democràtica desapareció, Espadaler y su pequeña formación política, Units per Avançar, habían ido siempre coaligados al PSC en las elecciones catalanas. Era evidente, por tanto, que acabaría volviendo a ser conseller, rango que ya había tenido con Jordi Pujol entre 2001 y 2003 en el Departament de Medi Ambient, y con Artur Mas entre 2012 y 2015 en la Conselleria d'Interior. Illa será, por tanto, su tercer president y el primero socialista.
El caso de Miquel Sàmper es mucho más llamativo. No tanto por la evolución que el abogado tarrasense ha ido haciendo —empezó en CDC en 1986, pasó al PDeCAT y a Junts, partido que abandonaría hace unos meses—, sino porque su llegada a la Conselleria d'Interior del Govern Torra, en septiembre de 2020, sustituyendo a Miquel Buch ya fue una sorpresa. Recuperó al major Trapero en el cargo, planteó la revisión del modelo de los Mossos tras la presión de la CUP y fue criticado por los sindicatos. Después de su paso polémico por Interior, se quedó fuera del primer Govern Aragonès y combinó su labor profesional con ser tertuliano en RAC1. Aunque ahora es fichado por Illa como moderado, fue uno de los cuadros de Junts que se postuló a favor de la salida del Govern Aragonès. Cosas de la vida, Junts acabó saliendo como defendía, él se dio más tarde de baja como militante y ahora regresa como conseller de Empresa de Illa. Otra sorpresa: que vaya a Empresa. Illa ha conseguido sin duda sorprender también a los empresarios, que este domingo se mostraban extrañados.
Lo más llamativo y significativo políticamente del nuevo Govern de Salvador Illa sigue siendo la disputa por el centro político pujolista
Como ya era previsible, el gobierno Illa es monocolor, repitiendo la segunda fórmula Aragonès. Esquerra Republicana y los comunes no forman parte por razones diferentes. Los primeros, porque antes han de resolver sus diferencias en el Congreso convocado para el 30 de noviembre, una fecha tan alejada que muchos dirigentes piden que se avance sustancialmente, una vez que ha quedado resuelto el puzle de la política catalana. Es más que probable que los republicanos acaben entrando en el Govern, superado este trámite, y que también se resuelva el tema del equipo de gobierno de Barcelona, donde existe una invitación formal del alcalde Collboni y que hace unos meses paralizó Marta Rovira para que no se juntara con la investidura de Illa.
Todo apunta a que ambas partes han aceptado el juego de la provisionalidad y que hacia final de año esta situación se corregirá. Seis meses en la política catalana son una eternidad para hacer grandes pronósticos. Pero si acaba sucediendo, de los 14 consellers nombrados por Illa, y si también los comunes exigen su cuota de poder, cinco o seis acabarán durando muy pocos meses.