La decisión de este domingo del banco suizo UBS de poner encima de la mesa una oferta de compra de Credit Suisse por unos 3.250 millones de dólares tiene por principal objeto atajar la crisis bancaria, horas antes de que reabran los mercados este lunes. Aunque hay una postura generalizada de analistas, entidades financieras y autoridades monetarias de que estamos ante crisis puntuales, tanto en el caso del Silicon Valley Bank, que necesitó de un rescate de las autoridades de Estados Unidos hace ahora unos diez días, como ahora con el Credit Suisse, una vez el banco de Arabia Saudí hizo público que no inyectaría más dinero para sacar a la entidad financiera de la crisis, lo cierto es que el miedo se ha extendido a millones de inversores bancarios en todo el mundo.

La banca nacional suiza, que ha estado detrás del movimiento de UBS y que aportará unos 100.000 millones de liquidez al banco adquirido para que pueda operar con normalidad, intenta con este movimiento, además de calmar a los mercados, salvar el prestigio de sus entidades financieras. Para cualquier país es grave una situación sistémica como la del Credit Suisse, que desde hace años se mueve con respiración asistida, como conocen de sobra los analistas y personal informado. Pero, sin duda, para Suiza no solo es grave, sino que es letal, ya que no puede permitirse que la situación con un banco del país vaya más allá de donde ha llegado.

Hay enormes interrogantes sobre la reacción de los mercados este lunes, ya que tanto el BCE como la Reserva Federal de Estados Unidos esperan confiados que se produzcan signos de estabilidad financiera. De hecho, ya esperaban esto el viernes y, al final, las cosas no acabaron así y el rojo cubrió los parqués complicando el fin de semana. Después de estas últimas dos semanas de enormes pérdidas por muchas instituciones financieras, con algunas de ellas acercándose peligrosamente a caídas del 20%, es obvio que la estabilidad pasa por ir remontando, aunque sea con fluctuaciones, pero abandonando la zona en la que se encuentran.

Un último apunte, la absorción por parte del primer banco suizo de la segunda entidad financiera del país es un hecho excepcional que, para que nos hagamos una idea, sería como si en España el Santander se comiera al BBVA. Más allá de que acelera la concentración bancaria en Suiza, con la que es seguramente la operación más excepcional desde la crisis de 2008, desarma, en parte, los esfuerzos para evitar rescates públicos cuando las entidades financieras tuvieran problemas. Volverá a haber ayudas públicas, entre otras cosas, porque es mejor esta fórmula que dejara caer y desatar un pánico mundial. Una observación que los bancos reguladores tendrán que analizar.