La izquierda transformadora de Pablo Iglesias y Podemos, aquella que defendía un referéndum de independencia en Catalunya antes de 2017 y que viendo como las daba el estado español decidió aclimatarse al ambiente generalizado de una España uniforme, ha ido desapareciendo del mapa a medida que la moqueta oficial noqueaba principios y ofrecía un cómodo aterrizaje a dirigentes y cuadros de la organización. Lo hemos visto estos días con la batalla de Barcelona, donde Ada Colau se ha prestado a pactar con el Partido Popular para retener unas decenas de nóminas en el ayuntamiento.

Ha sido, realmente, toda una lección. Las costuras del discurso político frente a la tranquilidad que da tener colocado a todo un ejército de personal con escasa cualificación pero en puestos importantes. No es extraño que se hayan tenido que inventar un nuevo artefacto político para despistar al personal. Una operación de maquillaje que responde al nombre de Sumar y que predica vaguedades en medio de un discurso superficial que pretende situarse a la izquierda del PSOE y que escuchándolos no se sabe muy bien quién está a la izquierda de quién, y si el pequeño no es más que una marca blanca del mayor.

Su máxima dirigente, Yolanda Díaz, ha estado este domingo en Cornellà de Llobregat, feudo socialista desde siempre y con patas negras del PSC oriundos de esta población del Baix Llobregat como José Montilla o Antoni Balmón. Díaz ha hablado de PP y Vox y las ha presentado como la coalición del no para Catalunya. Y, es cierto, que lo son. Pero eso ya lo dicen los socialistas. Díaz no ha dado ninguna pista que permita incorporarla a la coalición del sí para Catalunya y con su lenguaje almibarado no se puede decir ni que satisficiera a los suyos.

Eso sí, no se salió del guion en el tema del referéndum de independencia que antes defendía Podemos en el programa, quieren mantener los comunes y ella trata de esquivarlo como si se tratara de un tema local que no afecta a un partido de ámbito español. Así, pasó por Cornellà hablando mucho de la España de PP y Vox y poco de la Catalunya que ella quiere o defiende. Eso sí, muchas frases empalagosas de "un patrimonio común", "la diversidad cultural", "un proyecto plural porque somos diversos" y la suerte de poder "hablar en catalán, gallego y vasco". Eso fue todo, que es una manera de decir que no fue nada. El vacío como discurso político.

No es el veto a Irene Montero lo más grave. Es lo que representa, el regreso al peor pasado de la izquierda que no tiene nada que ofrecer. Porque para hacer de PSOE será siempre mejor el original que la copia.