La decisión del juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, inadmitiendo la querella del Partido Popular contra el PSOE, al que acusaba de financiación ilegal a partir de un testimonio anónimo, evidencia la torpeza de los conservadores españoles a la hora de hacer política. La formación de Alberto Núñez Feijóo, que está más preocupada por judicializar la política que por hacer política, quiso sacar provecho después de que desde la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil se conociera un informe en el que se avanzaba en la investigación que incrimina al exministro José Luis Ábalos en las actividades de la trama encabezada por Koldo García. Los populares hicieron una gran puesta en escena: reunieron en domingo a su comité ejecutivo para anunciar las medidas que llevarían a cabo y ello quedó reducido a la querella contra el PSOE, que ahora ha sido rechazada. Si la respuesta ya fue insignificante políticamente, cometieron además el error de adentrarse en un terreno espinoso como es pretender sacar tajada de una materia judicializada, algo que, seguramente, ha molestado al juez Santiago Pedraz, que se puede haber sentido instrumentalizado.

Avancé en su día que sería rechazada, cuando el PP anunció a bombo y platillo la iniciativa judicial aquel domingo. Un camino que seguirá también la réplica que han anunciado los socialistas contra el PP por injurias y calumnias una vez se ha conocido el posicionamiento de la Audiencia Nacional. El PSOE, más listo, ha anunciado la querella, pero no ha dicho cuándo la llevará a cabo y se ha limitado a señalar que lo hará con tiempo y calma, que es una manera de decir que ya veremos qué hará y cuándo lo hará. Sea como sea, lo relevante es la impericia del PP, que cuando lo tiene todo a favor siempre comete el mismo error y se acaba disparando en el pie. Donde no tenía un problema —la preocupación era del PSOE por las acusaciones judiciales que lo rodean por todos lados— acaba generándoselo, como si de un grupo de pardillos noveles en la política se tratara y desconocieran cómo actúa la justicia, que es de derechas, pero no tan manipulable como a veces se piensan. 

El PP, cuando lo tiene todo a favor, siempre comete el mismo error y se acaba disparando en el pie

Parecen haber tenido razón las voces del PP que abogaban porque no era el camino judicial el que debía emprenderse, ya que el recorrido de la querella en la Audiencia Nacional era nulo o muy escaso. En cambio, sí que había una oportunidad para hacer algo que Feijóo no se ha atrevido aún a realizar a fondo, como es hacer política. Por ejemplo, una ronda con los partidos políticos para evaluar sus puntos de vista ante las causas judiciales que acorralan al Gobierno y también los que afectan a la esposa de Pedro Sánchez y a su hermano. Eso obligaba, lógicamente, a hablar con alguien más que Vox, que es el perímetro en que hoy se mueven los populares, en parte para no molestar a la todopoderosa presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y los influyentes diarios de la derecha extrema en la capital española. Un camino en esta dirección habría permitido a Feijóo una comunicación reforzada tanto con el PNV como con Coalición Canaria y una vía de diálogo con Junts per Catalunya, algo que en algunos sectores del PP, tanto de Madrid como de Barcelona, pone siempre de los nervios.

Esa actitud de Díaz Ayuso, situando siempre en primer lugar consignas catalanófobas, acaba siendo siempre uno de los principales talones de Aquiles de Feijóo. El gallego sale de casa por la mañana por la mañana escoltado por la presidenta de Madrid en un lado y la Cope y El Mundo en el otro, tocando los tambores para que todo se mueva en el ámbito judicial. Mientras eso le sucede a Feijóo, Ayuso campa a sus anchas en la política conservadora, rechazando, incluso, reunirse con Pedro Sánchez en la ronda del presidente del gobierno con los presidentes autonómicos. Tanto da cuál sea el motivo, pero Ayuso tiene siempre un argumento para confrontarse con Sánchez, actuando para muchos como la lideresa de la formación conservadora, mientras a Feijóo le queda la ingrata materia de dirigir el partido y actuar de frontón en el Congreso de los Diputados de Sánchez. En resumen, Ayuso hace política y maniata a Feijóo, al que le intenta reducir su terreno de juego y decirle lo que puede y no puede hacer.