Se cumplió este sábado dos años de la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas de Vladímir Putin, y en el aniversario se percibe claramente una sensación de cansancio por parte de Occidente. Como suele suceder en un mundo cada vez más condicionado por la inmediatez y en el que lo urgente acaba desplazando a lo importante, el país liderado por Volodímir Zelenski lucha atropelladamente contra el olvido. Y eso que este fin de semana diferentes personalidades europeas han viajado hasta Kyiv para desmentir sobre el terreno que estén solos en su lucha contra el régimen dictatorial del Kremlin.
Otras noticias han ocupado el espacio de la guerra en Ucrania, y aunque Putin sigue siendo la encarnación del mal, el último ejemplo es el asesinato del disidente Alekséi Navalni, a los 47 años, en una prisión de máxima seguridad en el círculo polar ártico, el interés ha sido decreciente. Durante un tiempo, el conflicto entre Israel y Hamás había cogido el relevo informativo, pero incluso la guerra en Oriente Medio ha ido alejándose del radar de las noticias que acaparan el máximo interés. Eso son, sin duda, buenas noticias para Putin, acostumbrado a manejarse con una opinión pública muy en contra y que equilibra con un régimen autoritario capaz de sobreponerse a cualquier noticia, incluso a las acusaciones de asesinato de Navalni.
Este domingo, Zelenski ha dado, por primera vez, la cifra de soldados muertos ucranianos desde el comienzo de la invasión, que ha cifrado en 31.000. El balance no incluye el número de militares heridos o desaparecidos, según relató el presidente ucraniano. Según sus datos, las bajas rusas habrían sido de 180.000, una cantidad, quizás, exagerada, y muy probablemente las cifras de unos y de otros no estarán tan lejos. A ese balance de muertos hay que añadir las decenas de miles de civiles ucranianos que habrían perdido la vida como consecuencia de la guerra o fruto de las torturas del régimen ruso. Estamos hablando, en consecuencia, de una de las guerras con más muertos en Europa en la época reciente.
Como suele suceder en un mundo cada vez más condicionado por la inmediatez, el país liderado por Volodímir Zelenski lucha atropelladamente contra el olvido
Mientras todo esto sucede, las cifras del conflicto son demoledoras. Cerca del 18% del territorio de Ucrania está ocupado por Rusia. Más de 10 millones de ucranianos se han visto obligados a abandonar sus hogares, de ellos 6,4 millones han encontrado refugio en otros países europeos, con Alemania (más de un millón), Polonia y República Checa a la cabeza. Además, 3,7 millones de ucranianos son desplazados dentro de su propio país. Europa se ha convertido en el primer donante de Ucrania con más de 144.000 millones de euros; en cambio, las ayudas de Estados Unidos sufren actualmente un bloqueo en el Congreso por culpa de los republicanos, que tienen inmovilizados unos 60.000 millones.
Con la campaña electoral norteamericana en el horizonte, la oposición radical de Trump a mantener los compromisos demócratas puede acabar siendo una ayuda preciada para Putin. El aislacionismo del expresidente es un camino con consecuencias en el medio plazo. No solo para Ucrania, sino para todos.