Ha sido el anfitrión de la cumbre celebrada este domingo en Londres, el primer ministro británico, Keir Starmer, y a la que han asistido los principales jefes de Estado y de Gobierno europeos, el que ha dado al inicio de la cumbre la trascendencia que tenía: "Hoy nos encontramos en una encrucijada histórica". Y sus palabras no pueden ser más reales tras el desastre político y diplomático de la reunión celebrada en la Casa Blanca el pasado viernes entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Ucrania, Volodímir Zelenski, que ha supuesto el mayor punto de inflexión en el cambio de alianzas establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
La cooperación nada disimulada entre Washington y Moscú está detrás de la posición de Trump sobre Ucrania, y de rebote deja Europa en una situación inesperada: sin un plan para tener suficiente musculatura en el tablero mundial si el amigo americano deja de serlo. Uno de los principales colaboradores del inquilino de la Casa Blanca, Elon Musk, decía este domingo en su red social X "estoy de acuerdo", como respuesta a un mensaje que señalaba que era el momento de que Estados Unidos abandonara la OTAN y la ONU. Es posible que estemos aún en la fase de las amenazas más que en la de los hechos, de hecho esta administración gestiona la rumorología como si se trataran de noticias, pero hay un runrún de fondo cada vez más inquietante.
Los países europeos conocen perfectamente la situación y a medida que pasan los días están empezando a prepararse para dar una respuesta conjunta al envite de Trump. Los principales obstáculos para ello son el tiempo y el dinero: tiempo, porque no se construye un ejército europeo en 24 horas, por más que Starmer señalara durante la cumbre que quiere poner botas británicas en tierra y aviones en el aire para defender un acuerdo de paz en Ucrania. Y dinero, porque la inversión necesaria supera con creces las partidas de Defensa previstas por cada Estado para la OTAN si la aportación de Estados Unidos se extingue. Está muy bien la declaración de Úrsula Von der Leyen respecto a que los europeos tenemos que rearmarnos urgentemente, pero aterrizar en los presupuestos nacionales nunca es una cosa sencilla.
La cooperación nada disimulada entre Washington y Moscú está detrás de la posición de Trump sobre Ucrania, y de rebote deja Europa en una situación inesperada
El hecho de que sea el británico Starmer quien haya asumido su papel de liderazgo europeo en estos momentos —Reino Unido no está en la UE— obedece al deseo del premier de jugar sus cartas como un aliado tradicional de los EE. UU. Trump recibió a Starmer el pasado jueves en Washington y aunque el presidente norteamericano dio evasivas a muchas de sus propuestas, desde el 10 de Downing Street se cree que la crisis es reconducible y por ello sostiene públicamente que no acepta que Estados Unidos sea un aliado poco fiable, como resaltan otros países europeos. Ello sin restar apoyo a Zelenski, con el que se abrazó al inicio de la cumbre de Londres. En esa posición de un cierto equilibrio, trató de convencer a los presentes de que Europa debe asumir gran parte del esfuerzo, pero que el apoyo de la Administración Trump era indispensable.
En síntesis, Starmer propone un plan de cuatro puntos: mantener el flujo de ayuda militar a Ucrania, mientras haya guerra; una paz duradera que debe garantizar la soberanía y la seguridad de Ucrania, y estos deben participar en el proceso de paz; si se alcanza la paz, un trabajo conjunto de los líderes europeos para evitar una nueva invasión rusa; y una coalición de voluntarios para defender Ucrania y garantizar la paz. Veremos en los próximos días si Trump rebaja la presión y Zelenski, de la mano de Europa, puede volver a la mesa de negociaciones. Y, también, si Trump juega definitivamente a romper la partida o se puede recoser alguna cosa del destrozo existente.