Los resultados de este domingo en los estados federados de Turingia y Sajonia de la antigua Alemania del Este donde, según los primeros sondeos, la formación populista de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD) ha quedado en primera y segunda posición respectivamente, suponen un importante golpe político para el canciller socialdemócrata Olaf Scholz y su coalición de gobierno, a casi un año de las próximas elecciones federales. La coalición de gobierno, conformada por el SPD, los verdes y los demócratas libres pro empresariales (FDP), conocida como la coalición semáforo, colapsó hace tiempo por su diferentes puntos de vista económicos y ello ha contribuido al estancamiento de la economía, que lleva así desde 2019. Todo ello, unido a la fuerte controversia por la inmigración, muy acentuada en Turingia, o el papel de Alemania en la guerra de Rusia en Ucrania.

En los dos estados, la AfD se mueve por encima del 30% con una amplia ventaja en Turingia —por primera vez ganan en un land— sobre los democristianos de la CDU, casi nueve puntos, que ocupan el segundo lugar, y a pocas décimas de la CDU, que se mueve alrededor del 32% en Sajonia y donde ha gobernado desde la reunificación alemana de 1990, un estado donde es difícil, pero incluso se podría llegar a producir el sorpasso. Para hacerse una idea del descalabro gubernamental, el SPD se mueve entre el 6,5 % y el 7,5% de los votos en ambos estados, los verdes no tienen asegurada su presencia y el FDP se sitúa alrededor del 1% de los votos. La gobernación en ambos estados se presenta difícil, ya que las alianzas son complejas y la CDU ha asegurado que en ningún caso va a colaborar con la ultraderecha.

Los resultados en Turingia y Sajonia evidencian que hay debates que han venido para quedarse, por muy incómodos que sean.

Los resultados en estos dos länder alemanes vienen a confirmar lo que ya avanzaron las pasadas europeas: la CDU ha recuperado la posición de liderazgo entre los dos históricamente grandes partidos alemanes, que con sus políticas han permitido un ascenso histórico de la ultraderecha. Los que se pensaron que sustituir a Angela Merkel al frente de la cancillería era una cosa sencilla, después de gobernar interrumpidamente 16 años, han errado totalmente. Merkel, nacida en Hamburgo, aunque de muy joven se fue a vivir a la RDA, donde fue destinado su padre y cursó la licenciatura de Física en Leipzig, en el estado de Sajonia, era la rótula que frenaba el avance de la ultraderecha. Su sustituto, Armin Laschet, con un perfil marcadamente diferente, tuvo el peor resultado de la historia de la CDU, aunque para ser justos, Merkel no tenía asegurada la victoria en aquellos comicios en 2021, pese a que cuando abandonó el cargo un 80% de la población aprobaba su política.

Los resultados en Turingia y Sajonia, que tampoco son muy diferentes de los que recogen Marine Le Pen en Francia y Giorgia Meloni en Italia, evidencian que hay debates que han venido para quedarse, por muy incómodos que sean. No es bueno dejarlos de lado y pensar que si no se hablan no existen. Porque lo que termina pensando una parte del electorado es que son estas nuevas formaciones populistas y de ultraderecha las que acaban ofreciendo respuestas a sus preocupaciones y que cada vez ocupan más espacios en el debate público. Solo hace falta hacer un repaso de elecciones que se han celebrado recientemente a nuestro alrededor, sin ir más lejos. Todo apunta a que en Europa no es, ni mucho menos, un debate que esté cercano a finalizar.