Con la finalización del mes de agosto, entramos de lleno en el temido curso político que tiene tantas aristas como una figura de mil caras y tantos miedos en el horizonte como hacía años que no se veían. Un curso político, por otro lado, que vuelve a sacar todas las carpetas pendientes y que, por primera vez en muchos años, mira más, o al menos igual, a la economía que a la política.
Cierto que, como siempre, la Diada del 11 de Setembre será importante y aún lo será más el quinto aniversario del referéndum del 1 de Octubre y todo lo que a partir de allí pasó, desde la represión indiscriminada, al exilio o la prisión. Pero si estas grandes carpetas ocupaban todo el cuadro informativo, este año se nos ha advertido tanto sobre la explosiva situación económica en el último cuatrimestre y de los esfuerzos que tendremos que hacer, que hemos de dar por descontado que la inflación, la evolución del PIB, los tipos de interés, la ocupación, el salario mínimo o los impuestos son debates que han venido para quedarse.
El adelanto del curso escolar al lunes 5 de septiembre, muy polémico y en abierto disenso con múltiples agentes del sector educativo, tiene también su importancia a la hora de precipitar la agenda informativa, que ya contará en sus primeros días con las reuniones de las ejecutivas de los partidos, del Govern y de la Mesa del Parlament, que a petición de Junts decidirá si reconsidera la suspensión de Laura Borràs como presidenta del Parlament. Sobre este último punto, no se esperan novedades en los posicionamientos de los grupos parlamentarios y la pelota volverá nuevamente a Junts, que, por ahora, ha apostado por no sustituir a Borràs y, de rebote, una presidencia provisional de Alba Vergès.
Un poco más a medio plazo, entre la segunda quincena de septiembre y la primera quincena de octubre, está marcada en rojo la primera remodelación del Govern que puede afectar a los consellers Josep Maria Argimon y Josep González Cambray, aunque también podría ser una crisis más amplia. Argimon tiene números para incorporarse a la candidatura de Xavier Trias al ayuntamiento de Barcelona y, con la salida de Cambray, Esquerra buscaría volver a repartir cartas en el conflicto educativo, en el que ya hay convocados varios días de huelga antes de que el curso haya empezado.
Obviamente, está también la consulta que Junts se comprometió a hacer entre sus bases sobre su continuidad o no en el Govern, a partir de una auditoria sobre el cumplimiento de los acuerdos de investidura. Como solo un partido que decide dispararse una bala al pie abandona un gobierno antes de unos comicios como los de las municipales, cabe pensar que Junts no cometerá este error al estar en juego tantas alcaldías, consejos comarcales y diputaciones. Pero eso es algo que Junts aún no ha decidido.
Cada día leemos noticias, a cuál más alarmante, sobre un invierno económicamente preocupante sobre los precios de la energía y el desabastecimiento en la cadena alimentaria de materias primas. Noticias que chocan -y perjudican- con movimientos geoestratégicos como el España con Argelia, en el que para satisfacer a Marruecos ha sacrificado al Frente Polisario. Pues bien, Argelia se la ha devuelto con un acuerdo estratégico especial con Italia. Pedro Sánchez quiso contraatacar recuperando la construcción del Midcat, que lleva 10 años parado, como su estrategia gasística para conectarse a través de los Pirineos con el norte de Europa. Tiene un cierto apoyo de Alemania, pero una oposición tan grande de Francia que hablar del Midcat en presente o en un futuro cercano es una gran temeridad.
Por eso no es extraño que el gas natural haya marcado nuevos récords históricos esta semana y que su precio se haya triplicado desde principios de año con las enormes consecuencias que eso tiene. Tantas, que los números de muchas empresas no van a salir y el bolsillo de los particulares corre camino de dar pie a un estallido social, ya que un aumento desmesurado de precios y una inflación alta -o sea, más pobres- es un cóctel demasiado explosivo.