Tal día como hoy del año 711, hace 1.313 años, cerca de la desembocadura del río Guadalete (entre los actuales pueblos de Barbate y Vejer, en la costa atlántica andaluza), se iniciaba una batalla entre el ejército de la monarquía hispanovisigótica, comandado por el rey Rodrigo, y la vanguardia del avance árabe, acampada cerca de Ceuta y dirigida por Tarik. Según algunas fuentes históricas redactadas unas décadas después, esa batalla duró siete días. Pero esto es improbable, ya que el ala izquierda del ejército visigótico, formada por la nobleza de la Tarraconense y la Narbonense, y comandada por Aquila, abandonó el campo de batalla al inicio de la batalla, y las líneas visigóticas fueron totalmente superadas y exterminadas.

La presencia de los árabes en la Península se explicaba por el pacto que habían alcanzado Tarik y Aquila. Este noble visigodo era el líder de una facción mayoritaria en la Tarraconense y la Narbonense, que, desde 672, luchaba para independizarse del poder central toledano. No obstante, la historiografía apunta que los planes de Aquila iban más allá de la restauración del Reino de los Visigodos de Septentrión (proclamación efímera de Flavius Paulus, 672) y, en realidad, ambicionaba el trono de Toledo. Tras la derrota visigótica en Guadalete, se produjo un golpe de Estado en Toledo, que situó en el poder a los opositores a Rodrigo. Esta misma historiografía relaciona al partido independentista de Aquila con dichos opositores a Rodrigo en la capital del reino.

Según las fuentes historiográficas, el rey Rodrigo no murió en el campo de batalla del río Guadalete, sino que logró escapar y llegar hasta Córdoba (donde tenía su cuartel general). Desde allí reorganizó los restos del ejército y se volvió a enfrentar a Tarik en el desierto de Écija (a unos 50 kilómetros al suroeste de Córdoba). Allí fue definitivamente derrotado y los restos de su ejército exterminados. Todavía en ese momento, los árabes no se planteaban la conquista de la Península, y se adentraron hasta Toledo en busca del tesoro real (el cobro por su participación en ese cambio de poder). Pero, por el camino, comprobaron que el estado visigótico había colapsado, y entonces sería cuando iniciarían la conquista efectiva de la Península.