Tal día como hoy del año 1824, hace 200 años, en la Pampa de Quinua (a trescientos kilómetros al sureste de Lima, entonces virreinato español del Perú y actualmente República del Perú); se libraba la Batalla de Ayacucho, una de las más importantes y decisivas de las Guerras de Independencias de las jóvenes repúblicas americanas. En aquella batalla se enfrentaron un cuerpo del ejército "libertador", formado por unos 8.000 efectivos y comandado por el general Antonio José de Sucre contra un cuerpo del ejército colonial español, formado por unos 9.000 soldados y dirigido por los generales José de la Serna y José de Canterac. Precisamente, un descendiente directo de Canterac, cien años más tarde —en 1924— desmantelaría la Mancomunitat de Catalunya por orden del dictador Primo de Rivera.

La Batalla de Ayacucho se saldó con la victoria de los "libertadores" y fue el último gran enfrentamiento militar —en tierra— entre las fuerzas independentistas y el ejército colonial. Posteriormente, se producirían algunos enfrentamientos importantes en el Océano Pacífico entre las armadas de las nuevas repúblicas de Chile y del Perú, por una parte; y la marina española, por otra. En la Batalla de Ayacucho los españoles perdieron más de la mitad de sus fuerzas dispuestas sobre aquel teatro de guerra (unos 2.000 muertos y unos 3.500 prisioneros) que representaban buena parte de lo que restaba del ejército colonial al continente sudamericano. Por este motivo, la Batalla de Ayacucho representaría la derrota del último ejército colonial español en Sudamérica y el fin del dominio español sobre aquel continente.

Después de la Batalla de Ayacucho, el ejército español en Sudamérica quedó liquidado (sin efectivos ni armamento). Los españoles solo conservarían el dominio sobre la plaza de El Callao (el puerto de Lima). Y solo trece meses más tarde (23 de enero de 1826), el general "libertador" Bartomé Salom (1780-1863), hijo de comerciantes mallorquines establecidos en las Antillas de Sotavento y descendiente de chuetas (judeoconversos de Mallorca); tomaba al asalto el Fuerte de San Felipe, la fortaleza de El Callao y el último bastión militar española en Sudamérica; y ponía fin a cualquier tipo de presencia militar española en el continente sudamericano. La toma del Fuerte de San Felipe y la liberación de la ciudad portuaria de El Callao eran la última consecuencia de un final que se había anunciado en Ayacucho.