Tal día como hoy del año 1815, hace 210 años, en Reus, en la esquina de la plaza del Mercadal y de la calle de Jesús y enfrente de la antigua Fonda Cal Cardenyas, salía una diligencia con destino a Barcelona, que sería el primer servicio regular de transporte público de viajeros de la historia de Catalunya y de la península Ibérica. Durante sus cincuenta años de existencia (1815-1865), la diligencia Brunet uniría las dos principales ciudades del país y no faltaría nunca a la cita con sus clientes. Incluso en los momentos de máxima intensidad de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), cuando la inseguridad se había apoderado de los caminos, siguió prestando su servicio, cubriendo el trayecto hasta el puerto de Tarragona por carretera y en barco hasta Barcelona.
Aquella primera diligencia estaba formada por un carruaje de dos pisos, con una capacidad para doce personas: seis abajo, en un compartimento cerrado tipo berlina, con asientos tapizados y cristales en las ventanas que protegían a los viajeros del polvo del camino y de las inclemencias meteorológicas (y que pagarían un billete de 90 reales), y seis más arriba, en una caja de carro únicamente cubierta por un toldo (y que pagarían un billete de 30 reales). La diligencia salió de Reus a las tres y media de la mañana e inició su camino hacia Barcelona, pasando por Tarragona, El Vendrell, Vilafranca y Martorell. Cambió de caballerías cuatro veces y llegó a Barcelona, a la Rambla, a las cuatro de la tarde, después de más de doce horas de viaje.
Su promotor y propietario sería el comerciante reusense Josep Brunet i Anguera (Reus, 1784 – siglo XIX), quien, tras un exilio en Francia entre 1814 y 1815 (había sido perseguido por el régimen de Fernando VII por su ideología revolucionaria y republicana), había importado esta iniciativa. Brunet recibió el apoyo financiero de otro comerciante reusense, Pere Serra i Cailà (Reus, 1788 – 1860) con quien le unía una relación de amistad y de afinidad ideológica. Transcurrido medio siglo desde el primer viaje (1865), se inauguraba el último tramo de la línea de ferrocarril Barcelona-Reus, que supondría el fin de la diligencia. Ese tren reducía a menos de la mitad el tiempo de desplazamiento (de doce a cuatro horas) y a menos de la mitad el precio del billete popular (de 30 a 12 reales).