Tal día como hoy del año 1524, hace 500 años, en el castillo de Blois (reino de Francia), moría Claudia de Bretaña, la última duquesa independiente de Bretaña. Después de su muerte, la sucedería su hijo Francisco, pero nunca gobernó el ducado. Cuando se produjo esta sucesión, el joven Francisco (nacido en 1518) solo tenía catorce años y durante el interregno (entre la muerte de su madre, 1524, y su proclamación, 1532), el ducado independiente de Bretaña había sido gobernado por el viudo de Claudia y padre de Francisco, el rey Francisco I de Francia. Poco después de la proclamación, el rey acusaría a su hijo de no tener interés en la gobernación de su Estado, le usurparía su herencia e incorporaría el ducado de Bretaña al patrimonio de la corona francesa.

Francisco nunca pudo cumplir la voluntad testamentaria de su madre y eso condenó al ducado independiente de Bretaña a su desaparición (1532). Por una parte, chocó con las maniobras de su padre, Francisco I de Francia, que pretendía sumir a Bretaña en una situación de caos y desgobierno para justificar una intervención militar de anexión. Y, por la otra parte, también con los estamentos representativos de la sociedad bretona, que no lo aceptaban por su condición de delfín de Francia (hijo primogénito y heredero del rey de Francia). Cuando Claudia había sido casada con Francisco de Francia (1515), para alejar la amenaza inglesa de las costas bretonas, se había pactado que el futuro duque sería el segundo hijo de la pareja, para evitar la unión de ambos Estados.

Pero la fuerza de la monarquía francesa, contrapuesta a la debilidad de los estamentos bretones, había conseguido romper ese pacto, y Francisco I de Francia, con presiones y amenazas, había forzado la proclamación del delfín en Rennes. Finalmente, Francisco de Bretaña moriría prematuramente a los dieciocho años (1536), oficialmente por culpa de la tuberculosis, y Bretaña quedaría definitivamente incorporada a Francia. Sin embargo, el rey Francisco I siempre proclamó que el delfín había sido envenenado por un secuaz, que habría actuado por orden de Carlos de Gante (rey de la monarquía hispánica). En cambio, los estamentos bretones dirían que había muerto tras una agotadora noche de amor con la cortesana Mademoiselle de l'Estrange.