Tal día como hoy del año 1610, hace 414 años, en París, el rey Enrique IV, el primer Borbón en el trono de París, era asesinado por el maestro de escuela Jean François Ravaillac, que lo apuñaló mortalmente en el interior de la carroza real. A las cuatro de la tarde del día 14 de mayo, Ravaillac asaltó la carroza real, se introdujo en el interior del coche y apuñaló al rey, provocándole la muerte. Ravaillac fue reducido, en el mismo lugar de los hechos, por la guardia del rey que acompañaba el carruaje real, pero la facilidad con la cual pudo llevar a cabo su plan levantó las sospechas que aquel regicidio era una operación de estado, urdida por la monarquía hispánica.

Aquella sospecha se fundamentaba en los conocidos métodos que utilizaba la monarquía hispánica para desestabilizar a sus enemigos. Cuatro años y medio antes (5 de noviembre de 1605) la policía inglesa había desarticulado una gigantesca conspiración urdida por la cancillería de Madrid, que tenía el objetivo de volar el Parlamento de Londres con el rey Jaime I y los representantes de la Cámara de los Comunes en su interior. Ravaillac, autor del asesinato de Enrique IV fue interrogado y torturado en la Conciergerie —la sede de la policía francesa de la época—, nunca reconoció trabajar para una potencia extranjera, pero nadie le creyó. Fue ejecutado el 27 de mayo de 1610.

La repentina muerte de Enrique IV fue una grave amenaza a la frágil paz alcanzada con el Edicto de Nantes (1598), que consagraba la libertad de culto en Francia. I Occitania (la mitad sur del reino francés), que había estado especialmente castigada durante las mal llamadas guerras de Religión (1562-1598) vivió una última ola emigratoria que se dirigió, en buena parte, hacia Catalunya. El mismo día del asesinato de Enrique IV, sería coronado su hijo Luis, de nueve años, que reinaría como Luis XIII de Francia y II de Navarra, y que en 1641 —durante la guerra de Separación (1640-1652/59), las cortes catalanas nombrarían a Luis I, conde de Barcelona (hombre principal de Catalunya).