Tal día como hoy del año 1391, hace 627 años, una masa incontrolada de gente procedente del barrio barcelonés de la Ribera asaltaba la judería de Barcelona y se entregaba al saqueo de las casas, de los obradores, de los comercios y de las sinagogas del barrio, y al asesinato de las personas que no se habían podido refugiar en el Castell y que se habían resistido a ser conducidas a los templos cristianos con el propósito de bautizarlas. Se estima que en aquella jornada fueron brutalmente asesinadas unas 300 personas (en algunos casos, familias enteras) y otras 3.000 fueron víctimas de maltratos y agresiones y fueron forzadas a bautizarse en la fe cristiana.
Según las fuentes documentales, la asonada se inició cuando los marineros de un barco mercante procedente de Mallorca que acababa de atracar en el puerto de Barcelona hicieron correr la voz de que la judería de Palma había sido asaltada y sus habitantes, masacrados. En el transcurso de las horas siguientes, una masa de gente, básicamente de los sectores más desfavorecidos de las clases populares, que, inicialmente, había sido dirigida por ciertos elementos del poder, creó un ambiente de revuelta urbana —con una mezcla de reivindicaciones sociales y de afirmaciones religiosas— que se propagó rápidamente por la ciudad y culminó con el asalto a la judería.
Aquel episodio se produjo en el escenario de una fuerte crisis económica y social que había castigado, especialmente, a las clases populares y que se incluía en un contexto crítico generalizado que ponía en cuestión los poderes en particular y el sistema en general. En la revuelta se reivindicó la universalización del cristianismo como la vía para alcanzar la desaparición de los poderes terrenales (sobre todo la Iglesia) y el reparto de los recursos y las riquezas. Sin embargo, degeneró en una brutal masacre de la comunidad judía barcelonesa, que era el puntal económico de la monarquía, enfrentada secularmente a la aristocracia y a la Iglesia.