Tal día como hoy, hace 524 años, Fernando II sufrió un atentado que pretendía acabar con su vida. Fue en las escaleras del Palau Reial de Barcelona en torno a las 12 del mediodía. Fernando II estaba en Barcelona negociando con los representantes de la corona francesa la recuperación del Rosselló, que treinta años antes su padre Juan II había cedido a cambio de apoyo militar en la guerra que mantenía contra la aristocracia feudal del país. En la salida de la sesión matinal, fue apuñalado en el trapecio con un cuchillo que le provocó una herida incisiva de unos 10 centímetros, la fractura de la clavícula izquierda y una importante pérdida de sangre.
Este es uno de los capítulos más misteriosos y enigmáticos de la historia de los Reyes Católicos, y de su proyecto de unión dinástica. Fue detenido como autor de los hechos un campesino de remença de nombre Joan de Canyamars, de Dosrius (Maresme). Fue interrogado y sometido a tortura –siguiendo los brutales procedimientos de la época–. Sospechosamente las crónicas del momento se contradicen. Unas dicen que actuó "en nombre del Espíritu Santo"; otros que lo hizo "en nombre del diablo"; otros, "por el bien común", y alguna "porque él se consideraba el rey legítimo". En lo que todas coinciden es en atribuirle una perturbación mental.
Este hecho desmonta todo el proceso. La investigación historiográfica ha averiguado que, poco antes, Joan de Canyamars había conseguido hacer efectiva la herencia de su padre. Una supuesta perturbación mental lo habría impedido. Joan de Canyamars era un campesino bien situado económicamente y socialmente, que en el momento de los hechos tenía 60 años, una edad muy avanzada en aquella época. Las crónicas dicen que se ocultó en la capilla del palacio durante toda la mañana, y que cuando el rey estuvo en las escaleras del Palau, Canyamars –en un movimiento muy rápido– burló la guardia personal del rey y lo apuñaló.