Tal día como hoy del año 1634, hace 391 años, en Barcelona, Enrique de Aragón Folc de Cardona y Córdoba, duque de Segorbe y virrey hispánico de Catalunya, ordenaba la ejecución de Joan Sala Ferrer "Serrallonga", uno de los grandes capitanes del bandolerismo catalán del momento. Serrallonga era hijo de unos masoveros de Viladrau (la Selva) de ideología nyerra. Pero en el transcurso de su carrera, había evolucionado hacia el partido cadell y, junto con Gabriel Torrent de la Goula "Trucafort", se había convertido en uno de los grandes capitanes de este bando, y había rivalizado con los capitanes nyerros Pere Roca d'Oristà "Perot lo Lladre" y Pere Barba dels Carbonells "Barbeta".
El bandolerismo catalán era un fenómeno surgido después de la Revolución Remensa (finales del siglo XV), que había provocado la caída del régimen feudal. Después del conflicto, la aristocracia nobiliaria catalana había huido del país, enlazando con la nobleza latifundista castellanoandaluza, y se había establecido en el sur peninsular. El virrey Enrique de Aragón, que había ordenado la ejecución de Serrallonga, era un producto de esta expatriación. En cambio, la pequeña nobleza rural había quedado arruinada, y tras la abolición de los principales malos usos feudales —y sin expectativas de recuperar su posición económica— se habría lanzado a la actividad del bandolerismo. Serían los nyerros.
En el otro lado, estaban las élites remensas y sus descendientes, que empujaban con fuerza para desbaratar definitivamente el régimen feudal. Tenían muchas conexiones con las pujantes élites mercantiles urbanas y habían creado grupos bandoleros para contrarrestar la acción de los nyerros. Serían los cadells. No obstante, en ese conflicto —que tenía el perfil de una guerra civil soterrada— la línea que separaba a un bando del otro nunca fue clara. Algunas familias de las élites remensas habrían combatido con los nyerros por una cuestión de lealtades personales que se remontaban a varias generaciones. Y algunos pequeños nobles habrían combatido en el bando de los cadells.
La administración hispánica en Catalunya combatió con mucha violencia el fenómeno bandolero. Pero con un resultado decepcionante. El virrey hispánico Pignatelli-Colonna (1603-1610) promulgó un indulto general para los bandoleros acusados de crímenes de sangre a cambio de que se enrolaran a los Tercios. Solo Perot lo Lladre acudió a aquel llamamiento, y algunas investigaciones lo sitúan, posteriormente, dedicado de nuevo a la actividad bandolera. Con relación a los bandoleros catalanes, el virrey hispánico Hurtado de Mendoza (1611-1615) habría aceptado su fracaso informando al rey Felipe III de que: "No se puede más, que la tierra los produce como hongos, ella los fomenta y los defiende".