Tal día como hoy del año 1291, hace 733 años, la ciudad-fortaleza de San Juan de Acre, la última plaza del reino cristiano de Jerusalén, caía en poder del ejército del sultanato mameluco (un dominio musulmán del valle del Nilo que, en ese momento, se estaba expansionando por la región de Oriente Próximo). El ejército mameluco había sitiado la ciudad el 6 de abril anterior, y después de cuarenta días de batalla había logrado doblegar las defensas de la ciudad. El ejército cristiano que defendía Acre estaba formado por caballeros de las cuatro grandes órdenes religiosos-militares de la época (templarios, hospitalarios, del Santo Sepulcro y teutónicos) y por las milicias armadas de las colonias comerciales genovesa, pisana y veneciana.
La pérdida de San Juan de Acre, y del reino cristiano de Jerusalén (ganado un siglo antes), se tradujo en un gran descrédito de las órdenes religiosas. En este punto, la Orden del Templo, que estaba especialmente arraigada en Francia y en Catalunya, adquirió una gran extensión de terreno —de unos 3.000 km2 — en el valle del río Millars, entre Albocàsser (en el norte), L'Alcora (en el suroeste) y Benicàssim (en el sureste), que era propiedad de la familia nobiliaria y militar catalana de los Anglesola desde el inicio de la conquista del País Valencià (1229-1232). Según la documentación de la época, los templarios pagaron por esta amplia extensión de terreno la cifra de 500.000 morabetinos, que era el valor de 500 edificios en Barcelona.
El propósito de los templarios era unir los dos grandes latifundios que habían ganado durante la conquista catalana del valle bajo del Ebro (1148-1149) y durante la primera época de la conquista valenciana (1229-1232). El primero era el curso del río desde Móra hasta Amposta y la fachada litoral de Amposta hasta Orpesa. Y el segundo era todo el Maestrat valenciano y aragonés. El objetivo final era crear un estado templario independiente, con capital en Culla (una población del Maestrat valenciano), destinado a ser la plataforma de lanzamiento de las empresas militares que tenían que restaurar el reino cristiano de Jerusalén. Cuando la cancillería de Barcelona tuvo noticias de dicho proyecto —que dividía en dos los dominios catalanoaragoneses— maniobró para desbaratarlo.