Tal día como hoy del año 801, hace 1.223 años, las huestes francas de Luis el Piadoso, hijo y heredero del emperador Carlomagno, entraban en Barcelona y restauraban el estatus cristiano y europeo de la ciudad y de su territorio, perdido después de la invasión árabe (714). No obstante, tras la batalla de Poitiers (735), que supuso el fin del avance musulmán hacia el corazón de Europa, los árabes se habían fortificado en el Ebro, y el territorio entre Tortosa (en el sur) y Nimes (en el norte) estaba poco vigilado y las ciudades de esta región fronteriza se gobernaban como una especie de repúblicas municipales, solo dominadas por pequeñas guarniciones árabes.
A mediados del siglo VIII, los carolingios y los descendientes del exilio de la Tarraconense y de la Narbonense en el reino de los francos, habían iniciado la recuperación y reorganización del territorio. Entre los años 750 y 800, las huestes francas incorporarían a los dominios carolingios las plazas de Nimes, Béziers, Carcasona, Narbona, Elna, Llívia, Urgell, Empúries y Girona, creando nuevos condados que, en algunos casos, eran la restauración de las viejas estructuras políticas y militares visigóticas. La nueva región que las agrupaba sería denominada Marca de Gotia, en referencia a la antigua dominación visigótica del territorio (provincias visigóticas de la Narbonense y de la Tarraconense).
A finales del año 801, la población de Barcelona tuvo conocimiento de que las huestes carolingias habían cruzado el Montseny y se rebeló contra la guarnición árabe, formada por un destacamento de cien hombres, y la degolló. A continuación, abrieron las puertas a las huestes carolingias y Barcelona fue convertida en capital de un nuevo distrito político y militar —el condado de Barcelona—, y Berá, un magnate que era pariente de Carlomagno y, por otra parte, era descendiente del exilio visigótico en el reino de los francos, fue nombrado conde delegado del poder franco en el territorio. Berá sería el primer conde carolingio de Barcelona, pero todavía no sería el primero en transmitir hereditariamente el cargo.