Tal día como hoy del año 1939, hace ochenta y seis años, en la bocana del puerto de Cartagena y en el contexto de las últimas semanas de la Guerra Civil española, la artillería republicana cañoneaba el crucero Castillo de Olite, que navegaba al servicio del bando rebelde. Un solo proyectil, disparado desde la batería de defensa costera de La Parajola (en la punta de La Algameca, en el oeste de la ciudad), sería suficiente para hundir el crucero franquista. Aquel proyectil impactó contra la santabàrbara del barco (el pañol de armamento) y provocó una colosal explosión y el hundimiento de la nave. Murieron 1.476 oficiales, marineros y civiles militarizados, y se convirtió en el naufragio más mortífero de la Guerra Civil española (1936-1939).

El Castillo de Olite formaba parte de un convoy naval de treinta barcos de la armada rebelde franquista que desde Castellón y desde Málaga se dirigía a Cartagena para tomar la ciudad y cortar la evacuación de refugiados militares y civiles republicanos hacia Túnez (en aquel momento, África colonial francesa). El Castillo de Olite transportaba a bordo, entre otros, a varios pelotones de la Falange Naval (civiles militarizados a quienes habían asignado funciones policiales en la retaguardia franquista) y a un tribunal juridicomilitar (presidido por el coronel auditor Antonio Martín de la Escalera), que, una vez completados el desembarque y la ocupación de la ciudad, tenían que ser los responsables de desplegar el aparato represor franquista.

Según la investigación historiográfica, los barcos que formaban aquel convoy fueron informados de que su misión había sido abortada porque dos días antes (el 5 de marzo de 1938) se había producido un embarque masivo de militares y civiles republicanos. La noche del 6 al 7 de marzo se les ordenó retornar a su punto de origen, pero el Castillo de Olite no recibió estas instrucciones porque tenía la radio averiada. A las 11 de la mañana del día 7 de marzo, encaró la proa hacia el puerto de Cartagena y atravesó su bocana, momento en el cual la batería de La Pajarola, comandada por el capitán Fernando López-Canti (de la 206.ª Brigada Mixta, una de las últimas unidades de élite del ejército republicano), lo cañoneó y lo hundió.