Tal día como hoy del año 1299, hace 725 años, en Falconara (en la costa sur de Sicilia) se producía una batalla que enfrentaría a las huestes catalano-sicilianas del rey Federico II de Sicilia (hijo de los reyes Pedro II de Catalunya-Aragón y Constanza de Sicilia) contra las de Felipe de Anjou, hermano del rey Luis IX de Francia y nombrado vicario general de la isla de Sicilia por el pontífice Bonifacio VIII. Aquel conflicto tenía su origen en 1266, cuando el pontífice Clemente VII y el rey Luis IX de Francia —enfrentados al Sacro Imperio Romanogermánico por el liderazgo europeo— habían asesinado y usurpado el trono del rey Manfredo I de Sicilia, miembro de una rama menor de la familia imperial de los Hohenstauffen. Después de aquella operación, Roma y París habían colocado a Carlos de Anjou, hermano pequeño del rey Luis IX, en el trono de Palermo.

Unos años más tarde (1285), Pedro II y Constanza de Sicilia (hija y heredera del depuesto y asesinado Manfredo I) reclamarían el trono de Palermo; y en una operación militar muy rápida y efectiva, liderada por Roger de Llúria (miembro de la aristocracia siciliana exiliada a Barcelona después de la usurpación francesa) y formada por 6.000 almogávares; se restauraba la legitimidad en la persona de la reina Constanza. Sicilia pasaría a formar parte, transitoriamente, del edificio político catalanoaragonés como un Estado más (como lo eran Catalunya, Aragón o València), hasta que en 1285 (con la muerte de Pedro II) se decidió que los territorios peninsulares serían gobernados por Jaime, el primogénito; y Sicilia recuperaría la independencia en la persona de Federico, el segundo hijo varón del rey catalanoaragonés y de la reina siciliana.

Este estatus se vio amenazado cuando, en 1295, el papa Bonifacio VIII y el rey catalanoaragonés Jaime II (el hermano mayor de Federico I de Sicilia) pactaron la entrega de Sicilia al usurpador Carlos de Anjou y, a cambio, las islas de Córcega y Cerdeña pasaban a dominio de la casa de Barcelona. Jaime II tomó posesión de Córcega y Cerdeña. Pero en la corte de Palermo, las aristocracias siciliana y catalana (establecida en la isla después de la conquista de 1285) se negaron a evacuar Sicilia y plantaron cara a todos los intentos de invasión que se produjeron. El 1 de diciembre de 1299 los catalano-sicilianos consiguieron desbaratar lo mejor del ejército franco-pontificio, hicieron prisionero al máximo mando enemigo de Felipe de Anjou e impidieron la evacuación y entrega de la isla.