Tal día como hoy del año 1474, hace 550 años, en Madrid; moría el rey Enrique IV de Castilla y de León, hermanastro mayor de Isabel, la futura reina Católica; y abría el melón de la sucesión. Isabel había sido designada sucesora en 1468 con el Tratado de los Toros de Guisando, que habían firmado los dos principales polos del poder (el rey, por un lado; y las jerarquías nobiliarias y eclesiásticas por el otro). En aquel mismo tratado, Isabel y sus aliados habían aceptado que el matrimonio de la sucesora sería pactado con el rey Enrique IV. Y, sin embargo, en 1469 Isabel se casó en secreto con Fernando de Aragón sin el visto bueno de su hermanastro.
El matrimonio de los futuros Católicos encendió los ánimos del rey, que dio por liquidado el Tratado que proclamaba a Isabel sucesora al trono castellanoleonés. No obstante, la soledad de rey, cada día más aislado; y la fuerza del partido de Isabel; condujo a nuevos contactos con el propósito de restablecer las condiciones de los Toros de Guisando. Entre 1470 y 1474, se produjeron varias entrevistas y los dos bandos vivieron un nuevo dibujo de su constitución. Sin embargo, el rey Enrique IV nunca restituyó el Tratado y cuando murió su testamento fue secuestrado y ocultado por un personaje del partido de Isabel y su contenido nunca fue revelado.
El mismo día de la muerte de Enrique IV, los partidarios de Isabel coronaban a la futura Católica en Segovia. Mientras que los partidarios de la hija del difunto rey, Juana —mal llamada "la Beltraneja" (a quien Isabel acusaba de no ser hija biológica de Enrique, sino de su ministro Beltrán de la Cueva) hacían lo mismo en Toledo. A partir de aquel momento estalló la II Guerra Civil castellanoleonesa (1474-1479), también llamada Guerra de Sucesión castellanoleonesa; que acabó con la victoria del partido de Isabel, militarmente y económicamente reforzado por los primos "catalanes" de la futura Católica (los hijos y nietos de Fernando I, el primer Trastámara en el trono de Barcelona).