Tal día como hoy del año 1038, hace 986 años, el arzobispo Guifré de Narbona (metropolitano de las diócesis catalanas) consagraba la catedral de Sant Pere de Vic, que había sido promovida por el abad Oliba. La construcción de aquel nuevo edificio, de estilo románico, se había iniciado veinte años antes (1018) y no culminarían hasta pasados doce años de la consagración (1046). Fue edificado en un espacio urbano (actual plaza de la Catedral) destinado a usos religiosos desde, como mínimo, la época visigótica (siglo VI). El nuevo templo románico de Vic estaba formado por una nave, con transepto de cinco ábsides, una sala capitular y un campanario separado que tenía una altura de 46 metros.

A finales del siglo XVIII la ciudad de Vic había multiplicado por diez la población con relación a la época de construcción de la vieja catedral, y aquel edificio románico primigenio fue derribado para construir templo de mayor dimensión. En 1781 se derribó el viejo templo y se iniciaron las obras del nuevo edificio. Mientras tanto, los actos religiosos se pasaron a oficiar en la iglesia de Santa Maria la Rodona, situada dentro del perímetro de lo que sería la nueva catedral y que sería desgraciadamente derribada en 1787, cuando ya se había habilitado parte del nuevo edificio. El 15 de septiembre de 1803, la catedral de Vic era consagrada por segunda vez.

Cuando se consagró por primera vez la catedral de Vic (1038), los condados catalanes ya se habían independizado política y militarmente del reino de Francia. Pero, en cambio, la tercera pata de la independencia (la eclesiástica) no había sido posible. El abad Oliba promovió la construcción de un nuevo templo que tenía que ser la sede metropolitana de las diócesis catalanas. Y, durante el siglo XI, sus obispos consiguieron algunos derechos archidiocesanos. No obstante, esta independencia no llegaría hasta que Ramon Berenguer III incorporó Tarragona a los dominios condales de Barcelona (1114) y el Pontificado restauró la vieja archidiócesis de la época romana y visigótica.