Tal día como hoy del año 1092, hace 932 años, en Balánsiya (la actual Valencia), una revuelta popular liderada por el cadí (juez) ibn Yahhaf, acosaba y asesinaba a Yahya ibn Ismail al-Qadir, rey de la mamlaka (reino) andalusí de Balánsiya. Este hecho se produjo en un contexto de tensión, provocado por el desembarque en la península de los ejércitos almorávides; integrados, principalmente, por un grupo étnico subsahariano de religión musulmana profundamente radicalizado, que chocaba con el paisaje de relativa tolerancia que imperaba en la sociedad peninsular andalusí; formada, mayoritariamente, por población autóctona (de origen hispanorromano e hispanovisigodo) que se había islamizado durante la primera etapa de dominación árabe (siglos VIII en XI).
La mamlaka de Balánsiya y sus monarcas habían estado bajo la protección militar del reino cristiano de León, que les cobraba unas onerosas parias (tributos) por este amparo. Hasta el año 1090, cuando el aventurero y empresario de la guerra castellano Rodrigo Díaz de Vivar (conocido como el Cid Campeador), con su tropa de mercenarios, desplazó la monarquía leonesa y usurpó las parias. En aquel contexto de incertidumbre, la sociedad andalusí de Balánsiya se dividió entre los que aceptaban aquella situación (liderados por el rey al-Qadir) y los atemorizados por el avance de los almorávides (que estaban invadiendo las mamlakas del sur peninsular) y por las represalias derivadas de la radicalidad de aquellos invasores (dirigidos por el cadí ibn Yahhaf).
El Cid reaccionó transformando el protectorado en un dominio personal gobernado por él mismo (1094). Pero no pudo detener la continuación de un fenómeno que se había iniciado con el asesinato del rey al-Qadir: las minoritarias comunidades de hablantes de latín vulgar y de religión cristiana —último testigo de la Valéntia romana y visigótica—, atemorizadas por la amenaza de la ocupación almorávide y por el clima de represión que imponían por todas partes, y desconfiadas de la capacidad de defensa del Cid, habían iniciado el camino del exilio hacia las tierras cristianas del norte (Barcelona, Urgell, Aragón y Pamplona), convirtiéndose en los primeros mozárabes (cristianos que habían vivido bajo dominación musulmana) de estos territorios.
Aquella corriente migratoria se prolongaría por espacio de dos generaciones; hasta que, después del derrumbe del dominio del Cid (1102) y de la fracasada operación de conquista de Alfonso I de Aragón (1126), en el Bilad Balánsiya (País Valencià en lengua árabe) ya no quedaría ningún hablante de una lengua latina ni ningún creyente de la religión cristiana. Cuando las tropas del rey Jaime I empezaron la conquista del País Valencià (Morella,1229) y, poco después, entraron en la capital del país (Valencia, 1238), la composición étnica de la población era, en buena parte, de origen autóctono; pero ya hacía más de un siglo que no había absolutamente nadie que hablara una lengua latina o que profesara la religión cristiana.