Tal día como hoy del año 1917, hace 108 años, a las 16:00 horas y en el puerto de Charlotte Amalie, capital de las Indias Occidentales danesas, se arriaba —por última vez— la "dannebrog" (la bandera de Dinamarca) y se izaba —por primera vez— la "star-spangled" (la bandera de los Estados Unidos). Aquella ceremonia era la transferencia protocolaria del dominio que habían firmado dos meses y medio antes (16 de enero de 1917) el presidente de los Estados Units Woodrow Wilson —del Partido Demócrata— y el primer ministro danés Robert Lansing —del Partido Conservador. La venta de las Indias Occidentales danesas, que a partir de aquel momento pasarían a llamarse Islas Vírgenes, se hizo por 25 millones de dólares (el equivalente actual a 500 millones de dólares).
El interés norteamericano por aquellas islas remontaba a 1867 (poco después de la conclusión de la Guerra Civil americana y coincidiendo con la compra de Alaska a los rusos). Después de ganar el conflicto civil, el presidente Andrew Johnson y el secretario de Estado William Seward —ambos del Partido Demócrata— habían abierto negociaciones secretas con el general Prim, líder del Partido Progresista español en la oposición y con el diplomático danés Valdemar Von Raasloff, para la compra de Cuba, de Puerto Rico y de las Indias Occidentales danesas, y obtener el dominio del arco insular que cierra el mar Caribe. Sin embargo, el asesinato de Prim y el tsunami que arrasó las islas Vírgenes (1870) enfriaron el interés de los norteamericanos.
En 1916, en plena Primera Guerra Mundial (1914-1918), y ante el temor a que los alemanes ocuparan aquellas islas danesas y controlaran la boca atlántica del Canal de Panamá, la administración norteamericana recuperó el proyecto. El gobierno danés sometió la transferencia de dominio a un referéndum que se celebró, únicamente, en la metrópoli y que ganó la opción de cambio de soberanía por 283.000 votos (65%) a favor y 158.000 en contra (35%). En aquel sentido de voto pesó mucho que desde la mitad del siglo anterior las islas estaban inmersas en una crisis económica importante que había desgastado la relación con la metrópoli y el reconocimiento norteamericano a la soberanía danesa sobre Groenlandia y el compromiso a respetarla.