Tal día como hoy del año 2006, hace 11 años, la Acadèmia Valenciana de la Llengua -único organismo competente en la regulación del valenciano- dictaminaba la unidad de la lengua catalana, que en el País Valencià recibe el nombre de lengua valenciana por razones tradicionales e históricas. De esta forma se intentaba poner fin a un largo conflicto iniciado y alimentado por la derecha política, heredera del franquismo sociológico, que -desde la época de la dictadura- se había marcado el objetivo de reducir la lengua y la cultura catalano-valencianas a la categoría de elementos marginales y folclóricos. Un paroxismo que ha alcanzado el clímax con expresiones hilarantes como el impagable "caloret", fábrica de una difunta exalcaldesa del Partido Popular.
La miseria intelectual y la grosería política de aquella derecha sociológica -castellanizada y españolista- había llevado al País Valencià a situaciones propias de un régimen totalitario. La obstinada y sistemática persecución institucional, judicial y económica contra las iniciativas privadas, las asociaciones culturales y el mundo académico que defendían la unidad de la lengua, reconocida por la comunidad académica internacional desde el siglo XVIII. Una macro-operación de acoso y derribo contra la lengua catalana, disfrazada de identificación del valenciano -presentado como un sistema lingüístico diferenciado- llevada a cabo por responsables políticos incapaces de articular ni una sola palabra en la lengua del país. Ni siquiera en la intimidad.
El camino hasta alcanzar el consenso de los 21 miembros de la Acadèmia fue largo y tenso. Desde su creación -en 1998- el gobierno de la Generalitat (Partido Popular y Unión Valenciana) la manipularon y violentaron constantemente con el propósito de convertirla en el instrumento de validación de sus pintorescas tesis. En 2002, a pesar de las fuertes presiones políticas, los académicos aprobaron la normativa del valenciano que coincidía con la del Institut d'Estudis Catalans. En consecuencia se proponía la denominación valenciano/catalán. Una decisión salomónica que no contentó a nadie. Ni al mundo intelectual que lo veía como un exotismo, ni a la derecha sociológica que, en su particular manera de ver las cosas, lo sentía como si les hubieran mordido en la mano.
El gobierno de Francisco Camps (PP) -manifiestamente contrariado y visiblemente enfadado- reaccionó con una brutal campaña mediática de presión y de acoso contra la Acadèmia. A principios de 2005, en plena crisis, los académicos presentaban un dictamen de mínimos que retiraba la denominación "catalán" pero reiteraba la unidad de la lengua -y su origen común- compartida con el Principat, las Illes Balears y el resto de territorios de habla catalana. Una lengua y dos denominaciones. Este dictamen -aprobado por unanimidad- fue el punto de partida que llevaría a la publicación de la Gramàtica Normativa Valenciana y dictaminaría la unidad de la lengua catalana. La de Roís de Corella, de Joanot Martorell o de Ausiàs March. Y también la de Ramon Llull o de Joan Maragall.