Tal día como hoy del año 1702, hace 315 años, Ana Stuart se convertía en Reina de Inglaterra y de Irlanda. Aunque la ceremonia de coronación no sería hasta un mes y medio después, Ana Stuart recibió el poder el mismo día que moría su antecesor, su cuñado Guillermo III. Durante el reinado de Ana se firmaría el Acta de Unión (1707) entre los Estados de Inglaterra y Escocia -que compartían monarca desde 1602-, y también se firmaría el Tratado de Génova (1705) con el gobierno de Catalunya, la proyección en un plano internacional del Pacte dels Vigatans -el posicionamiento catalán a favor de Carlos de Habsburgo. En Génova se firmaría la alianza entre ingleses y catalanes en la Guerra de Sucesión a favor del candidato Habsburgo y de los intercambios comerciales entre ambos países.
Las 16 cláusulas del Tratado de Génova -que firmaron por parte catalana Domènec Perera y Antoni de Peguera y por parte inglesa Mitford Crowe- contemplaba la ayuda logística y militar que Inglaterra entregaría a Catalunya: 8.000 infantes y 2.000 jinetes ingleses, y 12.000 fusiles destinados a proveer tanto a las fuerzas regulares catalanas -5.000 infantes y 1.000 jinetes- como las partidas de voluntarios -miquelets- del Principat. Pero la cláusula más importante del Acuerdo, era la que hacía referencia al régimen foral catalán. La reina Ana y su gobierno se comprometieron a garantizar el Estado catalán tanto si Carlos de Habsburgo ganaba la guerra como si la perdía.
Ana era muy próxima al partido Tory (los conservadores) contrarios a la intervención en la guerra hispánica. Pero su consejera Sarah Churchill -antepasada directa del premier británico contemporáneo Winston Churchill- era del partido Whig (los progresistas) dirigido por la clase mercantil de Londres, estrechamente relacionada con la clases mercantiles de Barcelona y de Reus, y por lo tanto partidarios de romper la alianza borbónica franco-española y de intervenir en el conflicto. La mayoría Whig en el Parlamento inglés sostuvo la política de guerra hasta que en 1710, los tories -después de una campaña indecente contra el gobierno- ganaron las elecciones y se revirtió la posición británica en el conflicto.
El nuevo gobierno británico -entonces ya se había hecho efectiva el Acta de Unión- decidió la retirada, incluso contra el criterio de la reina Ana. Lady Churchill y su marido, Lord Malborough, habían caído en desgracia y el elevado coste en hombres y recursos que había costado la guerra fueron argumentos de peso suficiente. La polémica cláusula sexta -que garantizaba el régimen foral catalán- no sería respetada en el Tratado de Utrecht (1713) que ponía fin a la intervención de las potencias europeas en el conflicto hispánico. Catalunya quedó sola contra la alianza borbónica franco-española. La defensa a ultranza que los catalanes hicieron de su causa (1713-1714) provocaría un acalorado debate en la sociedad inglesa de la época -el caso de los catalanes- y el descrédito más absoluto de los conservadores británicos.