Tal día como hoy del año 1902, hace 115 años, Barcelona quedaba paralizada por la convocatoria de una huelga general que reivindicaba la jornada laboral de 9 horas. Más de 100.000 trabajadores la secundaron y toda la industria de la ciudad y del pla de Barcelona quedó parada durante 7 días. Un verdadero éxito considerando que la UGT no la secundó y que la CNT todavía no tenía capacidad de movilización. La convocatoria había sido anunciada 3 días antes, y desde el día 14 los trabajadores de la metalurgia, de los transportes y de los hornos del pan -los sectores con más conflictividad laboral- ya estaban en huelga. Rápidamente se extendería por los centros industriales del país: Reus, Sabadell, Terrassa y Vilanova.
A principios del siglo XX la legislación laboral que regulaba la relación entre patrones y trabajadores era prácticamente inexistente. El paisaje de la industria catalana -y de la europea y norteamericana en general- estaba dominado por una relación de explotación laboral. A las jornadas laborales inacabables (de 12 a 16 horas diarias y de 6 a 7 días a la semana, en función del sector o de la fábrica en cuestión) se sumaban unas condiciones de seguridad y de higiene propias de un sistema esclavista. Aquella huelga fue el punto de inicio de un periodo de fuertes tensiones sociales que, por la falta de voluntad negociadora de la patronal -cuando menos de sus elementos dirigentes- culminaría con la Semana Trágica de 1909.
El Estado español respondió con el uso de la fuerza. La represión armada practicada por las fuerzas militares españolas contra los obreros se saldó con 12 muertos, 44 heridos graves y más de 500 dirigentes sindicales encarcelados. En aquella huelga se puso -por primera vez- de manifiesto una profunda grieta en el movimiento obrero que marcaría la política catalana en los años inmediatamente posteriores: por una parte el obrerismo catalanista mayoritario -de talante negociador-, y de la otra un obrerismo minoritario implantado a propósito -ruidoso y violento- que, perversamente, presentaba la idea de Catalunya como un elemento identitario de la burguesía catalana y perjudicial para los intereses de la clase trabajadora catalana.