Tal día como hoy, hace 156 años, nació en Barcelona Joan Maragall i Gorina; figura clave de la literatura catalana de la Renaixença. Esta es su faceta más conocida especialmente con Oda a Espanya (1898) –que cierra con el mítico "Adéu, Espanya!"–. Cultivó una extensa y reconocida producción que le hizo ganar los Jocs Florals en cuatro ocasiones. Y fue un apreciado articulista de opinión en la prensa conservadora de la época: Diario de Barcelona y en La Veu de Catalunya. También fue el abuelo de Pasqual Maragall, dirigente del PSC que ha sido alcalde de Barcelona y president de la Generalitat de Catalunya.
En cambio, en su faceta política es menos conocido. Maragall procedía de una familia de fabricantes barceloneses. Y el mundo burgués de la época –en Catalunya– estaba ideológicamente situado en el liberalismo que reivindicaba una España federal. La obra de Maragall revela una sólida ideología catalanista. Pero el mítico "Adéu, Espanya!" no es un clamor independentista. Todo lo contrario, Maragall, a partir de 1898 –el año que el imperio español perdió las últimas colonias de ultramar– se convirtió en un crítico implacable de la España atávica y eterna de fábrica castellana y en un paladín del iberismo.
Maragall se alineó con la ideología que postulaba la creación de un Estado ibérico confederado; que tenía que reunir las naciones portuguesa, castellana, vasca y catalana. Asociadas libremente. Incluso los iberistas propusieron elevar una nueva capital, que sería la pequeña ciudad de Santarém, al norte de Lisboa. Naturalmente se perseguía desplazar del poder las oligarquías castellanas que gobernaban –y gobiernan– desde 1500 y que los iberistas consideraban responsables de la desintegración del imperio, del atraso social y cultural secular, y del papel secundario de España en el contexto internacional.