Tal día como hoy del año 985, hace 1.039 años, el ejército del general andalusí Al-Mansur llegaba al plano de Barcelona, rodeaba la ciudad (entonces recluida dentro de la muralla romana) e iniciaba un asedio que duraría seis días y que culminaría con un feroz asalto y saqueo parcial de la ciudad. Según las crónicas de la época, las defensas de la ciudad —comandadas por el vizconde Udalardo (yerno del conde Borrell II)— rechazaron la primera embestida. A partir de aquel momento, los atacantes cargaron sus catapultas con las cabezas cortadas de los prisioneros que habían capturado en las tierras condales del Penedès y del Vallès y las lanzaron hacia el interior de la ciudad para provocar el terror y forzar la rendición.

Algunas fuentes de la época dicen que los andalusíes llegaron a lanzar hasta 1.000 cabezas diarias durante los seis días del asedio. Pero esta cifra es bastante improbable. En aquel momento, el límite sur del condado carolingio de Barcelona lo marcaba el curso del río Foix (en el Penedès). Más hacia el sur (Camp de Tarragona) era tierra de nadie, hasta Tortosa y el río Ebro, que era línea de fortificaciones de la frontera norte (Al-Taghr) del califato andalusí. En aquel momento, también, tanto el Penedès como el Vallès eran territorios con un nivel de poblamiento muy bajo. Y una parte de su población había abandonado sus masías y los pueblos y se había refugiado en el interior de las murallas de la ciudad de Barcelona.

La muralla romana de Barcelona tenía una fama proverbial. Había sido construida en el siglo III, durante la época romana y coincidiendo con las primeras campañas de saqueo de los pueblos germánicos. Este tipo de infraestructuras las financiaba el estado romano, pero la de Barcelona fue promovida y edificada con el esfuerzo económico de la sociedad local. Y, sin embargo, durante siglos aquella muralla sería considerada el mejor círculo defensivo de la mitad occidental del Imperio romano. Mucho más firme y segura, por ejemplo, que los grandes círculos de murallas romanas de Tarragona o de Narbona, financiadas por el erario público.

Pasados siete siglos, aquella muralla todavía era una garantía de defensa. Al-Mansur pudo atravesarla solo gracias a una traición urdida en el interior de la ciudad. Pero las murallas internas (que separaban los cuatro cuarteles o barrios de Barcelona) impidieron que los andalusíes ocuparan la totalidad de la ciudad y la destruyeran completamente. Según las fuentes, los andalusíes ocuparon y saquearon los dos cuarteles de la parte sur de la ciudad. Sin embargo, según las fuentes árabes, Al-Mansur se retiró con miles de cautivos que posteriormente fueron rescatados con el pago de importes considerables, hecho que pone de relieve que el condado carolingio de Barcelona tenía una potencia económica respetable.