Tal día como hoy del año 1705, hace 313 años, en el marco de la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715), al ejército aliado antiborbónico formado por tropas inglesas, comandadas por el almirante Lord Peterborough; neerlandesas, comandadas por el coronel Schrattenbach; austríacas, comandadas por el coronel Jorge de Hessen-Darmststadt, y catalanas, comandadas por el coronel Josep Moragues, entraban en Barcelona después de un asedio de poco más de seis semanas. En el curso del asedio se hicieron más evidentes que nunca las profundas discrepancias entre el aparato político y militar hispánico, representado por el virrey borbónico Francisco Fernández de Velasco, y las instituciones catalanas.
Fernández de Velasco, que ejercía el cargo por segunda vez, era recordado como el virrey que durante el asedio francés de 1697 había abandonado la ciudad a su suerte y había huido con las tropas hispánicas que tenía a su cargo. Las instituciones del país también tenían muy presente que Fernández de Velasco, que por su sospechosa maniobra había sido duramente sancionado por la cancillería del último Habsburgo, sorprendentemente había sido recuperado del ostracismo y nombrado de nuevo por el primer Borbón hispánico. A todo eso se añadían los conflictos permanentes que había provocado durante su segundo mandato con la aplicación de medidas antiforales que pretendían imponer un régimen absolutista.
Fernández de Velasco rindió la plaza presionado por la fuerte contestación interna y por la falta de ayudas militares del gobierno borbónico de Madrid. El recuerdo de las 4.000 víctimas civiles del asedio francés de 1697 (el 10% de la población) estaba presente y los días precedentes a la capitulación había habido importantes disturbios en el interior de la ciudad. Las autoridades municipales ofrecieron convocar la Coronela para controlar la revuelta, pero el virrey, que temía perder la autoridad sobre la ciudad, se negó repetidamente a aceptarlo. Finalmente, derrotado y desacreditado, se refugiaría en sus posesiones de Andalucía y no recuperaría nunca más el favor de la cancillería borbónica de Madrid.