Tal día como hoy del año 1837, hace 187 años, y en el contexto de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), gran parte del ejército carlista, formado por 22.000 hombres, voluntarios reclutados en el País Vasco, en Navarra y en Catalunya, cruzaba el río Ebro por Xerta (Baix Ebre), para dirigirse hacia València ciudad y hacia Madrid. Aquel ejército (el más numeroso que nunca había tenido el carlismo) fue denominado Expedición Real y fue comandado por el mismo pretendiente Carlos de Borbón y, desde el trayecto catalán, por el general Ramon Cabrera, más tarde llamado "el Tigre del Maestrazgo".

Después de la misteriosa muerte del general Zumalakarregi —el militar carlista más victorioso en el norte peninsular— (24 de junio de 1835) el partido de Carlos de Borbón vivió una crisis que no se resolvería hasta pasados dos años. Durante este periodo, los isabelinos o constitucionales se repondrían y obtendrían algunas victorias significativas en el País Valencià (Toga, Soneixa). En aquel ambiente de crisis e, incluso, de crispación, el infante Sebastián Gabriel (hijo de Gabriel de Borbón —tío de Carlos de Borbón—) propuso un cambio de estrategia que pasaba por la reunión de un gran ejército.

Esta expedición había salido de Estella (sede del gobierno carlista) y después de cruzar la Ribera de Navarra, las comarcas aragonesas de Cinco Villas, Hoya de Huesca y Somontano, y las planas catalanas de Lleida, de Manresa, de Vic, y las comarcas de la Segarra y de las Garrigues, se situaba en el Ebro para encarar el camino de València. Para saltar el Ebro, el general Cabrera valoró varias opciones, y finalmente se decantó por el azud de Xerta. Al otro lado del río, encontró un pequeño destacamento constitucional, comandado por el capitán Borso di Carminati, que fue derrotado sin complicaciones.

Aquella expedición estuvo envuelta de una gran polémica. Si bien, una vez atravesado el Ebro, la moral de la tropa era muy alta (los carlistas derrotaron con autoridad a todas las guarniciones constitucionales que encontraron en el camino hasta Castelló), ya no ocuparon ni València ni Madrid. Aquella inacción era fruto de la estrategia conservadora que el pretendiente imprimió a la operación militar. El general Cabrera, descontento con el resultado de aquella expedición, se retiró e intentó, infructuosamente, la toma de Zaragoza y, finalmente, se fortificó en Morella (26 de enero de 1838)