Tal día como hoy del año 1334, hace 690 años, en Aviñón (por aquel entonces un enclave de los Estados Pontificios en el condado de Provenza, dependiente del reino de Nápoles), el cónclave de cardenales elegía al benedictino occitano Jacme Fornier (en ese momento, obispo de la diócesis de Miralpeix, en el condado independiente de Foix) como 197.º pontífice de la Iglesia católica. Al cardenal Fornier le fue impuesta la tiara pontificia como Juan XII. En ese momento, la sede vaticana de Roma no estaba ocupada, debido a la fuerte inestabilidad política y militar que afectaba a la península italiana, y, por lo tanto, aunque gobernó la Iglesia desde el castillo pontificio de Aviñón, su postura todavía no puede ser considerada cismática.

Jacme Fornier había nacido en 1280 en Saverdun, un pequeño pueblo del condado independiente de Foix (un territorio limítrofe con el condado catalán de la Cerdanya) y su lengua materna era el occitano, que en aquel momento era una lengua prácticamente idéntica al catalán. Jacme Fornier era hijo de una familia de la élite de su pueblo, que, durante generaciones, había sido la teniente del horno de pan local de propiedad baronial. Eso sería, con toda probabilidad, lo que explicaría su apellido Fornier. Desde muy pequeño, fue reservado a la carrera eclesiástica, y se formó en el monasterio benedictino de Fontfreda, cerca de Narbona, que había sido la casa-matriz de los primeros establecimientos del Císter en Catalunya (Poblet, Santes Creus).

El pontífice Juan XXII (nombre con el que reinaría Fornier) fue conocido como "el cardenal blanco" porque no tan solo en los cónclaves, sino incluso después de ser elegido, siempre vistió el hábito blanco que lo identificaba como una jerarquía de la orden del Císter. También fue llamado "el abad frío", porque anteriormente había sido abad del monasterio cisterciense de Fontfreda. Y también, en algunas ocasiones, era denominado "el asno", porque cuando fue elegido clamó: "¡no os dais cuenta de que habéis elegido a un asno!". No obstante, siempre dio muestras de una gran inteligencia y determinación. Durante su pontificado reformó varias órdenes monásticas y erradicó el nepotismo, aunque con el siguiente pontífice, Clemente VI, dicha práctica reapareció.