Tal día como hoy del año 1884, en Berlín (Alemania), se iniciaba una reunión de los representantes de trece potencias europeas y de los Estados Unidos de América para el reparto del continente africano. El interés de las potencias occidentales por la dominación militar y la extracción de recursos de África se había intensificado durante el siglo XIX, con la demanda de productos del sector primario destinados a abastecer la industria. Durante el siglo XIX, se había introducido la máquina de vapor en los procesos de fabricación y la producción industrial y los beneficios que generaba se habían disparado a cotas, hasta entonces, nunca conocidas.

Inicialmente, en esa reunión se citaron los representantes diplomáticos de Alemania (que se acababa de unificar), Bélgica, Dinamarca, el Estado español, Francia, el Imperio otomano, el Imperio austro-húngaro, Italia (que también hacía pocos años que se había unificado), los Países Bajos, Portugal, el Reino Unido de Gran Bretaña, el Reino Unido de Suecia y Noruega, y Rusia, y —también— de los Estados Unidos de América. Tres meses y medio más tarde, cuando concluyó dicha conferencia, siete representaciones que habían estado presentes en la ceremonia inaugural (seis europeas y la norteamericana) se habían retirado, ya que sus intereses estaban en otras partes del planeta.

Las grandes beneficiarias de ese reparto fueron Francia (que vería confirmadas sus aspiraciones sobre el África Occidental, desde el Mediterráneo hasta el golfo de Guinea) y Gran Bretaña (que lograría que el resto de participantes aceptaran su proyecto de dominio del corredor norte-sur Alejandría-Ciudad del Cabo). El rey de Bélgica vería confirmada su posesión personal sobre el Congo. Portugal sobre Angola y Mozambique, y Alemania sobre Tanganika y África del Sudoeste. Ni portugueses ni alemanes podían proyectar sus respectivos dominios y unirlos (este-oeste) porque tenían que dejar espacio para el corredor británico (norte-sur).

Los españoles fueron los grandes derrotados en esa conferencia. La debilidad internacional del régimen de Alfonso XII, y la escasa capacidad de sus negociadores, haría que el Estado español solo confirmara la posesión de los territorios continentales del Rif (el tercio norte de la actual Marruecos, que ya había sido conquistado en 1860 por el general Prim), de Río de Oro (posteriormente, el Sáhara Occidental) y de Río Muni, y el territorio insular de Fernando Poo (posteriormente, Guinea Ecuatorial). Estos territorios, por ejemplo, representaban el 10% de la extensión de las posesiones territoriales portuguesas y el 5% de las expectativas de generación de riqueza de las posesiones francesas.