Tal día como hoy del año 1713, hace 305 años, en el contexto de la última fase de la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715), que se denominaría Guerra de los Catalanes (1713-1714), el ejército francocastellano del duque de Pópuli —primera autoridad militar del bando borbónico en Catalunya— ponía sitio a la ciudad de Barcelona. Aquel bloqueo, que duraría 414 días, se saldaría con la muerte o la invalidez de más de 20.000 personas (entre atacantes y defensores) y culminaría con el asalto final (los combates que se libraron en el interior de la ciudad el 11 de septiembre de 1714) y la capitulación de Barcelona (12 de septiembre de 1714).
Cuando los mandos borbónicos pusieron sitio a Barcelona, los aliados internacionales de la causa austriacista ya se habían retirado del conflicto. Cuatro semanas antes (30 de junio de 1713), los mandos austríacos y británicos habían evacuado, de forma pactada con los francocastellanos, a sus ejércitos en Catalunya. Y dos semanas antes del inicio del asedio (9 de julio de 1713), la Junta de Braços (el equivalente al Parlament) había hecho público que, después de someter a votación la posición que debía adoptar Catalunya en aquel nuevo escenario bélico, se había impuesto la opción de resistir a ultranza.
El duque de Pópuli ordenó rodear completamente Barcelona con un ejército de 40.000 hombres formado por 63 batallones franceses, 15 batallones castellanos y 10 batallones de mercenarios. Y ordenó, también, situar 150 piezas de artillería apuntando a la ciudad, que en el transcurso del bloqueo causarían el derrumbe de docenas de casas y la muerte de centenares de civiles. En cambio, Barcelona estaba defendida por un contingente de 6.700 efectivos, distribuidos entre el Ejército de Catalunya (2.000 hombres comandados por Antoni de Villarroel) y la Coronela de Barcelona (4.700 hombres comandados por Rafael de Casanova).
El asedio de Barcelona fue planteado como una guerra de exterminio. El primer Borbón hispánico dirigió una carta al duque de Berwick, que había relevado a Pópuli, destituido por incompetente, en la que decía: “Estos rebeldes como tales están y son incursos en el mayor rigor de la guerra... si arrepentidos de su error, recurrieren antes de abrir la trinchera pidiendo misericordia, no se la concedáis prontamente... y si todavía aún, precitos, llegase el caso de asalto, ya en él no son dignos de la menor piedad y deben experimentar el último rigor de la guerra”.