Tal día como hoy del año 1836, hace 188 años, las Cortes españolas aprobaban una ley que autorizaba al Gobierno, presidido por José María Calatrava Peinado, del Partido Progresista; a negociar con las fuerzas revolucionarias americanas los procesos de independencia de las colonias españolas. Aquella ley venía precedida por los fracasos españoles en las guerras de independencia en, prácticamente, todas las antiguas colonias hispánicas de América, que se habían saldado con vergonzosas derrotas militares y con la pérdida de toda la influencia comercial sobre el territorio. En el momento en que las cortes españolas promulgaron esta ley, el Imperio español en América había quedado reducido a la posesión de las colonias de Cuba y Puerto Rico.

Aquella ley había sido promulgada en plena I Guerra Carlista (1833-1840), en el momento que los liberales habían conseguido llegar al poder y formar gobiernos estables por primera vez en la historia española; y perseguía conseguir una descolonización sin perder la influencia —sobre todo comercial— de la metrópoli sobre la antigua colonia. Los progresistas españoles que habían impulsado aquella ley habían observado que desde que los Estados Unidos habían promulgado la Doctrina Monroe (1823), "América para los americanos", la política y la economía que proyectaba Washington había ganado mucha influencia en los cenáculos de poder de las jóvenes repúblicas del centro y sur del continente americano, desplazando España como potencia de referencia.

No obstante, el espíritu de aquella ley no se proyecta en el tiempo. Con el estallido de la I Guerra de la Independencia de Cuba (1868), el general Francisco Serrano (examante de la reina Isabel II y enriquecido con el tráfico ilegal de esclavos), presidente del gobierno y líder de la Unión Liberal, enfrentó aquella crisis con el envío masivo de soldados de la metrópoli, negándose en redondo a negociar con los independentistas cubanos. En cambio, su sucesor, el general Joan Prim y líder del Partido Progresista (como Calatrava) intentó, secretamente, vender la colonia de Cuba a los Estados Unidos, por un importe equivalente al déficit público español. Cuando trascendió que mantenía estas negociaciones, fue asesinado (1869).