Tal día como hoy del año 1816, hace 208 años, en Bogotá (entonces capital de la provincia colonial de Cundinamarca y del Virreinato de Nueva Granada), un pelotón de soldados del ejército colonial español asesinaba al botánico Josep Maria Carbonell i Martínez, líder del movimiento independentista de Nueva Granada (posteriormente República de Colombia). Josep Maria Carbonell formaba parte de un selecto grupo de intelectuales de Bogotá (cuna del independentismo de Nueva Granada) formado por Tadeo Lozano, Camilo Torres, Francisco Caldas, Mercedes Abriego y Policarpa Salavarrieta, que llevaban seis años (desde la proclamación de independencia de 1810) luchando contra el yugo colonial español. Ese movimiento era denominado, popularmente, "chisperos".

Según la investigación genealógica, Josep Maria Carbonell había nacido en 1775 en Bogotá. Era hijo de Josep Carbonell, nacido en 1737 en Barcelona, de profesión comerciante. Y era nieto de Rafel Carbonell, nacido alrededor de 1710 en Vilanova, y de profesión, también, comerciante. Los Carbonell formaban parte de esa primera oleada de comerciantes catalanes de origen campesino que, tras la derrota de 1714, habían tomado el relevo de las élites mercantiles arruinadas, exiliadas o desaparecidas debido a la ocupación borbónica de Catalunya. Esas nuevas clases mercantiles catalanas se orientarían hacia la América hispánica y serían las creadoras de los capitales que impulsarían la fabricación (siglo XVIII) y la Revolución Industrial (siglo XIX) catalanas.

Carbonell fue víctima de la represión desplegada por el militar español Pablo Morillo, capitán general de la provincia colonial de Venezuela, que combatió a los independentistas con un brutal régimen de terror. Entre marzo y julio de 1815, había sometido Cartagena de Indias a un asedio que se había saldado con 6.000 muertos. Y entre 1815 y 1818 ordenó la incautación de bienes, el encarcelamiento y el asesinato de centenares de personas comprometidas con el movimiento independentista. Cuando su "Tribunal de Guerra Permanente" y su "Junta de Purificación" confiscaron y condenaron a muerte al científico independentista Francisco Caldas, los académicos del virreinato le pidieron clemencia y su respuesta fue: "España no necesita sabios".