Tal día como hoy del año 1855, hace 170 años, en la fortificación militar de San Salvador de la Punta, en La Habana (por aquel entonces colonia española de Cuba), el capitán general José Gutiérrez de la Concha —gobernador colonial— ordenaba el cumplimiento de la sentencia de muerte dictada por un tribunal militar contra el profesor Ramon Pintó i Llinàs, que en aquel momento era el presidente de la clandestina Junta Revolucionaría Cubana. En aquel momento, el independentismo cubano se encontraba en una etapa iniciática y estaba articulado por las clases intelectuales y menestrales urbanas de la colonia.

Ramon Pintó i Llinàs había nacido en Barcelona el 20 de junio de 1804, en una familia de la pequeña burguesía urbana de la capital catalana, que le había podido procurar una educación. En 1824 se había graduado en estudios superiores de Diseño en la Escola de la Llotja y, acto seguido, con tan solo veinte años, había emigrado a Cuba y había fundado el Liceo Artístico y Literario de La Habana. Durante las tres décadas que vivió en Cuba (1824-1855), había conocido y se había acercado, progresivamente, al independentismo cubano, hasta convertirse en una de las figuras de más destacadas de aquel movimiento.

Por el contrario, el capitán general Gutiérrez de la Concha tenía una historia radicalmente opuesta a la del profesor Pintó. Había nacido en 1809 en Córdoba del Tucumán, cuando esta ciudad todavía formaba parte de la colonia española de Río de la Plata, y su padre, el gobernador colonial de la ciudad, había sido fusilado por los independentistas, junto con el virrey Liniers. Este hecho lo marcaría para siempre y explicaría el régimen de terror que desató en Cuba, con detenciones y torturas indiscriminadas, juicios sin garantías procesales y condenas sumarísimas (1854-1859).

Estos hechos no impedirían que, poco después, Gutiérrez de la Concha hiciera una carrera política en la metrópoli. Fue ministro, en dos ocasiones distintas, de Guerra y también de Ultramar y fue presidente del Consejo de Ministros (equivalente a presidente del gobierno) antes de la Revolución Gloriosa de 1868 que expatrió a los Borbones. En cambio, la figura del profesor Pintó, en Catalunya, ha pasado desapercibida. Y si bien en Cuba es considerado un héroe nacional (varias ciudades le han dedicado calles importantes), su ciudad natal nunca lo ha recordado ni nunca ha homenajeado su figura.