Tal día como hoy del año 1766, hace 259 años, en el contexto de la crisis económica de las décadas centrales del siglo XVIII, estallaban una serie de revueltas por todo el País Valencià, con epicentro en las villas y ciudades del sur del territorio: Crevillent, Elche, Albatera, Catral y Almoradí. Aquel fenómeno sería la primera ola de revueltas contra el régimen borbónico desde la ocupación de 1707. El punto de partida de la revuelta sería Sant Joan del Raval, una pedanía de la ciudad de Elche. Los 1.500 sublevados de Sant Joan del Raval (llamados alborotats en la documentación de la época) fueron dirigidos por Baptista Blasco, nombrado popularmente Batiste, el venerable vell.
La protesta se dirigió contra el alcalde pedáneo Ricardo Sánchez, un personaje forastero impuesto por Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, capitán general de València (es decir, máxima autoridad política, militar y judicial del régimen borbónico en el País Valencià); y años más tarde secretario de Estado (equivalente a primer ministro) del rey Carlos IV. El alcalde y oligarca Ricardo Sánchez (como el resto de alcaldes del País Valencià) pretendía arrendar a los intermediarios la harina del trigo acumulada en los almudíes señoriales y destinada a los hornos locales, que habría puesto en manos de los acaparadores y de los especuladores el suministro y el precio del pan.
Los alborotats asaltaron el edificio consistorial de Sant Joan del Raval, destrozaron todo el mobiliario y arrancaron los palos de las banderas situados en la fachada. Acto seguido, se dirigieron a Elche, y con el apoyo de la gente de la ciudad, asaltaron el edificio consistorial y obligaron a Tomás Andrés de Guseme, alcalde mayor, a publicar un bando que abolía los monopolios señoriales (principalmente el monopolio de la harina de los cereales) y restituía los saladars (las fincas productoras de sal) a los descendientes de los antiguos pequeños propietarios, que habían sido confiscados por el régimen represivo borbónico después de la Guerra de Sucesión (1705-1715).