Tal día como hoy del año 1654, hace 370 años, el Dietario de la Generalitat consignaba por primera vez la celebración de la festividad de Santiago Apóstol. Lo hacía de forma breve y con la simple inscripción de “Dissabte, a XXV. Die de sanct Jaume”. Este hecho se producía en las postrimerías de la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), dos años después de la ocupación hispánica de Barcelona (1652). Hasta entonces, el día de San Jaime era festivo en varios barrios, pueblos y ciudades de Catalunya, y formaba parte de un calendario de festividades del mes de julio —muy relacionado con las actividades agrarias— que empezaba el día 10 con San Cristóbal y se completaba los días 25 y 26 con San Jaime y Santa Ana. Pero no se celebraba por todo el país.
Un cuarto de siglo antes (1629), el poderoso cardenal Agostino Spinola (en aquel momento metropolitano de Granada y poco después de Santiago) había conseguido que el pontífice Urbano VII nombrara a Santiago Apóstol patrón de las Españas. En este punto, es importante destacar que el cardenal Spinola era representante plenipotenciario de la cancillería hispánica ante la Santa Sede en cuestiones muy concretas, era miembro del Consejo de Estado de la monarquía hispánica y era el hijo de Ambrosio Spinola, jefe de los siniestros Tercios hispánicos de Flandes, que el pintor de la corte Velázquez había inmortalizado en la representación La rendición de Breda. Y Urbano VII era el pontífice que había autorizado el juicio inquisitorial contra Galileo Galilei.
Después de la ocupación hispánica del Principado (1652), la cancillería hispánica decidió no liquidar las instituciones catalanas (como había reclamado insistentemente Olivares al inicio del conflicto). Pero las parasitó. Desplegó una oleada de represión contra la clase dirigente catalana e impuso su sustitución por siniestros personajes, naturales del país o extranjeros, sin ningún talento para la política, pero con intereses personales muy relacionados con el poder hispánico. También se produjeron una serie de movimientos que perseguían la españolización de las élites catalanas y la despersonalización de la sociedad del país, y la imposición de Santiago Apóstol, patrón de las Españas, formaba parte de esta estrategia.