Tal día como hoy del año 1808, hace 214 años, los sectores más conservadores y reaccionarios de la corte española, liderados por el príncipe heredero Fernando (acto seguido Fernando VII), culminaban un golpe de estado iniciado dos días antes (17 de marzo de 1808), que se saldaría con el destronamiento del rey Carlos IV (padre de Fernando) y su expulsión del territorio español. Aquel golpe de estado, que fue denominado Motín de Aranjuez, generó una gran inquietud en la cancillería de París: la expulsión de Carlos IV y de su ministro plenipotenciario Godoy hicieron pensar que las nuevas autoridades de Madrid podían no estar dispuestas a cumplir con los pactos hispano-franceses de 1801, que tenían el objetivo de aislar Gran Bretaña.
Aquel golpe de estado precipitó todos los acontecimientos que se incubaban desde la derrota naval hispano-francesa en la Batalla de Trafalgar (1805). Tan sólo dos meses después (6 de mayo de 1808), el viejo rey Carlos IV admitía que, en la corte española, su figura ya no despertaba ningún tipo de simpatía ni de reconocimiento. Y el nuevo rey Fernando VII admitía su incapacidad para gobernar un país que parecía abocado a una guerra civil. En aquel contexto de renuncias, Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, compró la corona española a los Borbones, y situó a su hermano José, que sería coronado tres meses y medio después del Motín de Aranjuez (9 de julio de 1808), y que reinaría como José I (1808-1814).
Todos estos acontecimientos, que se inician con el golpe de estado de Fernando VII, culminan con la separación de Catalunya. Acto seguido a la coronación de José I, el emperador Napoleón separó Catalunya del reino español y la incorporó al Primer Imperio francés. Durante el periodo 1808-1814, Catalunya fue una región más de Francia: fue dividida en departamentos gobernados por prefectos (siguiendo el modelo francés) y fue restaurada la oficialidad de la lengua catalana, proscrita desde la ocupación borbónica de 1714. Durante aquella etapa (1808-1814), Barcelona vivió una verdadera primavera cultural y política que resultaría decisiva en el posterior desarrollo de la ciudad y del país.